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Por Loquillo Cubano ()

La presidenta de ETECSA, con el aplomo de quien no ha tenido que hacer una cola para recargar ni una sola vez en su vida, se sentó en la Mesa Redonda —ese espacio donde el tiempo se detuvo en 2004 y el libreto lo escribió Kafka después de una sobredosis de solemnidad— para anunciarnos, con voz de terciopelo, que el pueblo fue escuchado. No atendido, no satisfecho… escuchado, como quien oye llover desde un balcón de Miramar mientras el Vedado entero se inunda.

Y es que, en un acto de misericordia digital, ETECSA ha lanzado una serie de medidas comerciales con sabor a limosna y empaque de salvación patriótica. Todo, por supuesto, con la justificación metafísica del “bloqueo criminal”, ese ente místico que lo mismo impide bajar un meme que sembrar papas.

¿El plato fuerte? Un nuevo plan de datos intermedio. Que no es barato, ni suficiente, ni razonable, pero tiene el mérito de ser “menos caro” que los anteriores. Una especie de oferta de supermercado fantasma: el “combo especial de megas que duran lo mismo que una batidora soviética funcionando a 220”.

Además, en un gesto profundamente humano (según ellos), los planes ahora duran 35 días. ¡Una eternidad! Lástima que, con los apagones, la falta de cobertura y la angustia cotidiana, el tiempo útil de navegación sigue siendo el mismo: quince minutos entre apagón y apagón.

Las increíbles promesas… o ridículas

Pero hay más. Si recargas antes de que termine ese mes lunar, los datos se acumulan. ¡Oh, prodigio de la técnica! Claro, solo útil si vives en un lugar donde hay señal estable, lo cual en Cuba equivale a vivir justo encima de una antena y en posición de yoga permanente para no perder el 4G.

Y como toda novela surrealista necesita sus personajes entrañables, aparecen los estudiantes universitarios. A estos héroes del transporte en guagua y la merienda a base de pan con lo que haya, se les ofrece ahora la posibilidad de duplicar su plan de datos. Es decir, pueden tener 12 GB pagando dos veces el plan de 6 GB. Un gesto que parece generoso, hasta que uno recuerda que esos 720 pesos representan tres meriendas, dos fotocopias y un aguacate (si lo encuentras y si no te lo venden en MLC).

Pero tranquilos, que viene la parte inspiradora: se garantiza el acceso gratuito a 40 sitios educativos. No Google, no YouTube, no nada que termine en «.com», pero sí podrás entrar a Ecured, a leer cómo se cultivaba la yuca en tiempos de Hatuey o acceder a revistas científicas cubanas escritas en arial 8 con más notas al pie que páginas. Porque en ETECSA saben que el conocimiento es poder… siempre y cuando no consuma mucho ancho de banda.

También se mantienen joyas nacionales como Todus y el correo Nauta, esos fósiles digitales que resisten como la croqueta en la cafetería en CUP: secos, misteriosos y funcionales solo si los ves con fe. Todus, esa aplicación donde se puede compartir un archivo, si los astros están alineados y nadie más en el barrio está conectado. Y Nauta, que ha enseñado a varias generaciones a tener paciencia, resignación y a escribir correos de cinco líneas con menos recursos que un telegrama.

El acto mágico de disfrazar a miseria

Y para cerrar con broche académico, ETECSA habilitará espacios en sus centros de datos para alojar revistas científicas nacionales, con precios diferenciados. Lo cual suena hermoso hasta que recuerdas que ni las universidades tienen estabilidad eléctrica para acceder a esos contenidos. Es como poner una biblioteca de mármol en medio del Escambray: noble, inútil y condenada al polvo.

Lo curioso es que todo esto se vende como avance, como modernización, como revolución tecnológica. Pero en el fondo, lo que estamos viendo es la digitalización de la precariedad. El acto mágico de disfrazar la miseria con lenguaje técnico. Nos venden “flexibilidad” cuando en realidad nos están obligando a hacer malabares económicos para tener dos horas de WhatsApp al mes.

Porque en Cuba, cuando te dicen que han escuchado al pueblo, lo que viene después nunca es una solución. Es una variante. Una pirueta contable. Una noticia maquillada con entusiasmo impostado.

Así que sí, hay nuevas medidas. Pero el país sigue igual: más patrullas que torres de señal, más propaganda que megas, y más esperanza en el rebote de la Wi-Fi del vecino que en cualquier promesa de ETECSA.

Y mientras tanto, la vida sigue… desconectada.

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