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Por Albert Fonse ()
Cada día se le cae la carreta a la dictadura cubana. Un estudio demuestra que el socialismo, no el embargo, es el culpable de la pobreza en Cuba.
El periódico The Daily Economy, en un artículo firmado por el economista Vincent Geloso, ha publicado una de las críticas más devastadoras al discurso oficial cubano. Este artículo sostiene que el socialismo es el verdadero responsable de la pobreza en Cuba, no el embargo de Estados Unidos.
Con datos concretos y metodología académica, el estudio revela que el modelo económico impuesto por el régimen redujo en un 55% el PIB per cápita de la isla para 1989. Esto ocurrió mucho antes del colapso del bloque soviético y de la profundización del embargo. En cambio, el impacto de las sanciones estadounidenses apenas explica un 10% de esa caída.
El artículo desmonta la narrativa que el régimen ha repetido durante décadas. No fue el embargo quien eliminó la propiedad privada, colectivizó el campo, destruyó la productividad ni canceló las libertades económicas. Fueron las propias decisiones del Estado cubano. La nacionalización forzosa, el monopolio estatal, la planificación centralizada y la eliminación del mercado han sido los verdaderos factores que arruinaron la economía.
Geloso denuncia también cómo el castrismo ha manipulado las estadísticas para inflar los efectos del embargo. Le atribuyen incluso la migración masiva o la fuga de talentos. Según el estudio, los países con estructuras económicas comparables a Cuba que no adoptaron el socialismo tuvieron desempeños muy superiores. Esto confirma que la ideología y el control absoluto fueron el mayor lastre.
Esto confirma lo que hemos denunciado los exiliados por años. La pobreza en Cuba no es una consecuencia de medidas externas, sino de un sistema que desincentiva el trabajo. Además, penaliza la productividad y suprime la creatividad individual. Poco a poco, el mundo comienza a abrir los ojos. La propaganda se desgasta, y los datos hablan.
No fue el embargo quien convirtió al país en ruinas, sino un modelo económico fracasado que aún hoy se impone a la fuerza. Cada cifra del estudio es un golpe al relato oficial. Cada página es una prueba de que el castrismo no fue víctima, sino culpable. El mito se cae, y con él, la última coartada de una dictadura sin resultados.