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VIEJA

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Por Arnoldo Fernández ()
Contramaestre.- Recuerdo mi promesa cuando era niño de hacerle un regalo si me hacía profesional: una vuelta turística a Cuba. El costo no llegaba a 300 pesos por persona. Lo creía posible, pues mis primeros salarios la cubrirían holgadamente.
Me veía en el futuro ganando ese dinero.
Mi vieja solamente había ido a Santiago y Bayamo; nunca había visto el mar. Así que nada mejor que un recorrido por su propio país, ver sus maravillas, las que toda persona debía admirar antes de morir; no por gusto un viejo refrán decía: «Conozca a Cuba primero, al extranjero después.»
Pero el tiempo, ese miserable, pasó por nuestras vidas y un día despertamos con las noticias de un Período especial en tiempos de paz.
Me gradué con título de oro y la muda de ropa y los zapatos usados en aquel ritual de paso de estudiante a profesional me costaron el alma. Mamá no fue al Teatro Heredia, no pude alquilar un carro, no merecía viajar sobre un camión a Santiago, casi 80 kilómetros.
Había llegado el momento de la vuelta, pero mi salario fue de 198 pesos cuando un dólar costaba 150 en moneda nacional. Con tristeza puse la cabeza sobre las piernas de la vieja, aguanté el sollozo, invoqué al Señor:
– ¿Por qué, Dios? ¿Por qué?
La vieja pasó sus manos sobre mi cabello y dijo:
-No importa hijo, Dios sabe porque hace las cosas.

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