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Vicente de la O Levy viaja a Moscú mientras Cuba está apagada

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Por Yeison Derulo

La Habana.- Vicente de la O Levy, ministro de Energía y Minas de Cuba, ha vuelto a demostrar que el castrismo se sostiene sobre la escenografía del fracaso. Su visita a Moscú, presentada como una misión diplomática para “recuperar la capacidad energética del país”, no pasa de ser un acto simbólico.

Mientras Cuba se apaga —literalmente— entre apagones de más de 12 horas, el funcionario se pasea por los salones de la Semana Rusa de la Energía hablando de “cooperación bilateral” y “fuentes renovables”, frases vacías que ya no engañan ni al propio Partido. En realidad, de la O Levy no negocia soluciones: actúa como figurante en el teatro diplomático de una dictadura que no sabe cómo sostener su propio sistema eléctrico.

El comunicado del Ministerio de Energía ruso habla de “resultados positivos de la colaboración bilateral”. ¿Cuáles? En la isla, las termoeléctricas colapsan una tras otra, los grupos electrógenos funcionan con combustible que nunca llega y los ciudadanos viven pendientes del horario del apagón como si fuera el parte meteorológico.

Rusia promete parques solares y plantas de respaldo, pero lo que en realidad busca es seguir colonizando a Cuba con contratos opacos y deudas impagables. Moscú cobra en poder político lo que La Habana no puede pagar en divisas, y cada visita ministerial termina con la misma historia: una foto sonriente, una promesa irreal y más oscuridad para el pueblo cubano.

Cuba no necesita acuerdos, necesita solución

El ministro cubano intenta vender la idea de que el régimen apuesta por “energías renovables”. Pero si en algo se ha especializado la Revolución, es en renovar los fracasos. Los supuestos parques solares no cubren ni el 5% de la demanda nacional, y la infraestructura para sostenerlos simplemente no existe. En Cuba, cualquier iniciativa verde muere al contacto con la burocracia roja. La corrupción, la falta de mantenimiento y el robo sistemático de recursos hacen imposible que la energía limpia funcione en un país que se ensucia solo con sobrevivir.

Mientras Levy pronuncia discursos en Moscú, en Cuba los hospitales operan con linternas, los alimentos se pudren por falta de refrigeración y las familias rezan para que la corriente llegue antes de la madrugada. Ese contraste —entre los candelabros del Kremlin y las velas del cubano de a pie— resume la miseria moral del castrismo. Ningún ministro viaja para resolver nada; viajan para aparentar que todavía hay país que representar. El verdadero combustible de esos viajes no es el petróleo: es la propaganda.

Lo cierto es que Cuba no necesita más acuerdos ni más discursos en foros internacionales. Lo que necesita es libertad para generar, producir y competir sin la bota del Partido encima. Pero eso nunca saldrá de un viaje a Moscú ni de la boca de un ministro domesticado. De la O Levy podrá posar junto a Serguéi Tsivilov y hablar de “energía del futuro”, pero su propia nación sigue atrapada en la oscuridad del pasado.

Y mientras la dictadura siga viva, no habrá kilovatio capaz de alumbrar la noche interminable de Cuba.

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