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Veterinarii: los guardianes de los viejos caballos

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En la antigua Roma, los caballos que habían servido al ejército durante años eran tratados con respeto. Cuando envejecían, eran apartados del servicio activo y llevados a lugares donde pudieran descansar. A estos nobles animales se les llamaba veterinus, una palabra derivada de vetus, que significa “viejo”.

Y quienes cuidaban de ellos eran los veterinarii.

Siglos más tarde, ese término evolucionó hasta convertirse en lo que hoy conocemos como veterinario: no solo un cuidador, sino un protector de la salud animal.

Pero el verdadero nacimiento de la medicina veterinaria como ciencia ocurrió en 1761, cuando un abogado francés amante de los caballos, Claude Bourgelat, fundó en Lyon la primera escuela veterinaria del mundo. Lo hizo porque se negó a seguir viendo sufrir a sus animales por culpa de tratamientos empíricos e ineficaces. Usó su influencia para convencer al rey Luis XV de financiar una institución que cambiaría para siempre el cuidado animal.

Los primeros alumnos no eran médicos, sino herradores: expertos en cascos de caballos. Con ellos se empezó a construir un nuevo conocimiento. A esa escuela le siguieron muchas otras: París, Viena, Milán, Copenhague, Estocolmo, Berlín, Budapest, Londres, Madrid…

A finales del siglo XVIII, Europa ya contaba con 19 escuelas de medicina veterinaria, y la figura del veterinario comenzaba a ser reconocida como esencial no solo para los animales, sino también para la salud pública.

Porque detrás de cada veterinario hay una larga tradición de respeto, ciencia y humanidad. Y todo comenzó con un simple gesto romano: dejar que los caballos viejos descansen en paz. (Tomado de Datos Históricos)

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