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Por Hermes Entenza ()

Nuremberg.- Cuando la burguesía hace fiestas, el cielo resplandece de glamour y de lucecitas magenta. Es como estar viendo esas películas de grandes e impecables salones llenos de mujeres olorosas y seductoras que van de mesa en mesa luciendo su cuerpo, y los millonarios prometen viajes en sus yates por las playas exóticas.

Pero el cine tiene, casi siempre, un contraataque, y es típico que esas grandes bacanales sean el hospedero de delincuentes y mafiosos, donde en un momento, el pillo, o el bueno de la película, hará sus trastadas para ridiculizar la fiesta.

Me encanta comparar la vida real con el cine, porque a veces este se queda corto con la realidad. He aquí la prueba:

Cuba, año 2025; en medio de la crisis ideológica y económica más grande desde el nacimiento de la República, con el pueblo padeciendo una bestial falta de fe en el gobierno, con la miseria y el irrespeto a la libertad de cada individuo, aparece esta fanfarronada vulgar: El Festival del Habano, donde el glamour se torna ridículo y extravagante, donde el pueblo trabajador, que mira azorado al edificio, no tiene ni cigarrillos para fumar.

Cuba en el Capitolio, Cuba presa de sí misma, gimiendo a oscuras y sintiendo retumbar los muros del bello edificio al son de los empoderados que han llevado esta película al rango de un filme de terror, de clase B.

Hay que tener una mente muy perversa para aplaudir a este jolgorio.

En la acera frente al edificio hay un pueblo con hambre, con sed y con ganas de vivir. A unos cientos de metros se balancea la humilde y destruída casa de un artista que está en prisión por utilizar la bandera en sus obras; pero … veamos, hay un mensaje aquí, y espero que nos sirva de lección: Al gobierno NO LE INTERESA EL PUEBLO; ese es un punto que sólo se toca en conferencias, en clases magistrales, o en trincheras internacionales donde el poder se arrodilla pidiendo el dinero que después desvía para sus cuentas personales.

Ahora han dado el paso necesario para que veamos, y veamos bien, que hay una clase dominante, selecta, empoderada, millonaria, que es capaz de borrar del mapa a cualquiera que se entrometa y muestre su desacuerdo.

Recuerdo las clases de historia de Cuba en mi infancia, donde se hablaba hasta por los codos de la farándula republicana, de la mafia en La Habana y Meyer Lansky repartiéndose los hoteles y casinos, donde se hablaba de las tiendas repletas y la triste cara de un niño reflejada en la vidriera el día de los reyes magos, goloseando un dulce fino, solo un dulce que le diera fuerzas para sonreír.

Los culpables son ustedes, gobernantes, fueron ustedes los que prepararon clases para adoctrinarnos e inocularnos en la mente el odio a las luces de neón y al sonido del dinero. Ahora se ve claramente el engaño, solo teníamos que atender las clases y dar vivas a todo lo que promovían ustedes; pero los tiempos cambian, y hoy un levísimo desliz, o una desfachatez como esta fiesta, llegan en segundos a los teléfonos celulares de Cuba y el mundo; ya no se pueden esconder, y creo que ya no les importa.

Pero seguimos hablando de cine:
¿Vieron la película La Gran Belleza? En ella, un señor entrado en años, famoso líder de la bohemia romana, mira con hastío el mundo que lo rodea, observa a sus ilustradas amistades que disfrutan el vaivén de las noches de Roma, como si realmente todos los caminos condujeran al centro de la gran ciudad.

Se lució Paolo Sorrentino dirigiendo este filme de culto; y el momento más interesante es cuando al final el protagonista, escritor de mundo que ha perdido el rumbo de su vida, centra su alma y llega a comprender cuál fue la gran belleza en su ruinosa existencia: el primer amor, la muchachita del campo, la «rosa pristina nomine» (de la rosa solo queda el nombre). Allí, a la sombra de ese efluvio aparentemente pasajero, está la verdad de su vida y la razón de su existencia, más real que todo su éxito artístico y literario.

Qué hermoso tener referentes para conseguir, al menos, un poquitín de esa medicina que nos ayuda a seguir viviendo. Qué hermoso es tener un punto, un lugar donde habitan simbólicamente nuestras esperanzas, nuestra salvación en un mundo que a veces se nos muestra frío.

Podría parecernos una falla en el diseño humano, pero no somos máquinas (aún no) y poseer un referente que nos ayude desde el pasado, es, además de práctico, hermoso.
Pobre de nosotros si no tenemos a buen recaudo una imagen, un sentimiento puro que nos alumbra o atenúa las brasas del presente. Por eso me duele tanto Cuba, pues cuando abro mi libro, solo leo sufrimiento.

Me pregunto qué podrán tener como referente hermoso, como asidero para aferrarse al pasado, esos jóvenes de hoy que deambulan por las calles de Cuba sin pan, sin futuro, sin esperanzas y sin sueños de felicidad, que observan con rabia a estas vergonzosas bacanales de los mismos millonarios que exigen sacrificio, agonía, y que castigan a quien esté en contra.

Yo, que nací en la década supuestamente más dura, en los 60’s, recuerdo el caos, la tristeza, hambre, apagones. Todo esto hubo desde los 60’s, junto a la desinformación, censura y persecución ideológica y religiosa (el que no lo crea, que me pregunte). En esta década está sucediendo con más fiereza, y ya no hay métodos para subsanar errores ni voluntad para hacerlo.

Hoy Cuba se mueve al compás de la danza de los millonarios, porque estos ya probaron el oro y les supo bien. Este será el único referente que tendrán nuestros hijos y nietos cuando sean viejos: el desmadre, la corrupción de una clase alta, y los sonidos lejanos de una fiesta donde no pudieron entrar.

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