UNA PIZZA PARA MARRERO Y LA UNEAC NEOCOLONIAL
Carlos Cabrera Pérez
Majadahonda.- El comando de la CIA que, desde hace años se apoderó del Palacio de la Revolución, acaba de volver a golpear en dos frentes del papalote en almíbar en que se ha convertido el errático gobierno anticubano: una pizza gorda para el primer ministro y otro inútil congreso de la Uneac que, cual adolescente, busca su identidad neocolonial.
Como todo simulacro, el congreso dejó otra perla del presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, enfrascado en promover, urgentemente, auténticos paradigmas éticos y culturales.
Ofende que un amoral, que ordenó disparar contra el pueblo, mantiene encarcelado a casi mil cubanos por razones políticas y hambrea a los ciudadanos de casi todo, reclame modelos que desconoce y desprecia, como tantas cosas; incluido su congraceo con el reguetón.
Ya sabíamos que, en una dictadura, lo que no está prohibido es obligatorio, pero los uneacistas deben tener tremenda gandinga para aguantar la inmoralidad presidencial, sin vomitar ni espantarse.

Cuando aún no se han cerrado las heridas en Guantánamo y a la espera de otro ciclón, apareció el ministro primero Manuel Marrero Cruz, cual quinceañera ante su cake, cortando la pizza más grande de Cuba, un país que carece de pan desde hace años.
Las imágenes son muy reveladoras y lejos de la habitual estampa de una muchacha nerviosa y feliz por llegar a la mayoría de edad, las fotos de Marrero, cuchillo en mano, son una mezcla entre Jack, el destripador y Aníbal Lecter sin bozal.
Solo a un bobo solemne se le ocurre protagonizar tamaña ofensa a la sensibilidad cubana, en medio de una escasez crónica de pan, pasteles y otras delicias harineras, que el comunismo de compadres se llevó y; no es la única, porque -en los últimos tiempos- la casta verde oliva y enguayaberada se ha aficionado a ceremonias sin ton ni son, como ruedas de casino gigantescas y el habano más largo del mundo.
Los gobernantes de Cuba democrática deberán tener en cuenta la pasión de Marrero por el pan con tomate y queso y las rancheras, con vistas a completar su ajuar carcelero, cuando le toque rendir cuentas por su traición al pueblo; promoviendo activos inmbiliarios de lujo en medio de una crisis sistémica, que descuajeringó a la mayoría.
Todos estos aspavientos tienen un solo problema, la realidad. Bailar es sano y divertido, pero tener que danzar por decreto y para aparentar una alegría, que hace años se fue del país, debe ser terrible. Un cubano fumador pasa las de Caín para comprar un habano del montón, que paga a precio de Cohíba, pero el sufrimiento cotidiano, no detiene a los torcidos torcedores ni a desvergonzados pizzeros.
En todo acto contra los cubanos, siempre hay cómplices que se creen cosas, cuando solo forman parte del rebañito con menos desdicha, pero viven sin libertad, honra y lismoneando.
Una vez comida la gigantesca pizza, a plena luz, el comando de la CIA ordenó encender el caro Palacio de las Convenciones para celebrar otro de sus cónclaves extravagantes, donde la gran novedad es que no hubo novedad y donde la compañera al frente del rebaño letrado juró fidelidad eterna a la sinrazón, pero con dos detalles que ensombrecen su palucha.
La compañera Marta Bonet habló en nombre de TODOS los escritores y artistas cubanos y aseguró que la organización será eterna; desperdiciando una oportunidad para bajar el tono y evitar desafinar.
Ya metida en el repentismo combatiente, Bonet podría haber soltado: Bien, compañeros, atienda acá. Como todos sabemos, el enemigo nos ha vuelto a dejar sin luz, por tanto, vamos a dar una muestra de entereza revolucionaria y vamos a celebrar nuestro congreso en un sitio que no requiera luz eléctrica, aires acondicionado ni prender grandes fogones.
Tomando en cuenta la tensa coyuntura, la comisión ha propuesto dos sedes posibles, el mercado de La Cuevita, en San Miguel del Padrón o la Candonga de Santa Clara, ahora procederemos a la votación. Recuerden que Santa Clara tiene tres ventajas, queda a medio camino entre oriente y occidente, podriamos ir a bailar al Mejunje y hacer una visita a la casa natal de nuestro presidente.
Asi es como se defienden la cultura y la identidad y no hablando desde un salón refrigerado en Miramar, colmado de guayaberas y guayabas.
La compañera Marta no debía hablar en nombre de TODOS los artistas y escritores de Cuba; hay intelectuales que no comparten la chapucería tardocastrista y otros, como Maykel Osorbo y Luis Manuel Otero Alcántara, siguen presos; sin contar los que han sido desterrados en los últimos tres años.
Ya sabemos que quienes comparten la plataforma ideológica de la dictadura más vieja de Occidente están, pero no sabemos hasta cuando; porque el futuro ya no pertenece por entero al socialismo; aunque muchos se empeñan en custodiar el museo etnográfico ad hoc, junto a esa venturoso país que es Corea del Norte.
Granma tampoco ayudó porque usó el siguiente título: «Un encuentro en defensa de la cutura y la identidad nacionales»; ¡en serio!, ¿qué o quiénes amenazan a la cultura cubana?, después de 64 años de luminoso y revelador acervo: Dentro, todo, fuera nada; del que los más perniciosos exégetas ya han hecho hasta elogios, pero omitiendo la oración siguiente: Contra la revolución, ningún derecho.
A los intelectuales se les presupone una sensibilidad mayor, pero esta vez faltó mesura para sugerir al compañero Roberto Morales Ojeda, un enclave más pequeño donde pasar un fin de semana entre jama, discos, cigarros y licor y evitar el abusurdo despilfarro de luz en medio del apagón diario que sufren los cubanos y del que el colega Bernardo Espinosa no es el culpable, como pretenden algunos linieros oportunistas y mentecatos.
Los peloteros supieron resolver ese problema, jugando de día y yéndose del país; pero a la decadente Uneac le faltó tamaño de bola para evitar el coliseo del Quibú y acercarse a los epónimos de la cultura y la identidad nacionales, que han quedado reducidas a minipymes en área dólar, que es el intelectual más descoyante de la contemporaneidad cubana.
El dólar estadounidense es un verdadero artista comprometido con la revolución; asi que la Uneac debía asumr que dentro del dólar, todo, fuera del dólar nada; aunque sería una reedición ridícula de las avisadoras palabras del comandante en jefe, en 1961, asi que más sencillo sería expresar: el muerto (dólar) alante y la gritería (intelectualidad) atrás.
En época de Prieto Abel, la Uneac devino en turoperador con el límite de dos años fuera de Cuba; una reediciónn de Cenicienta sujeta por gato volador inmobiliario, el que no visitaba en dos años, perdía la casita.
Circunstancia que aprovecharon unos para refrescar y otros para quedarse en otras tierras del mundo, que reclamaron sus modestos y sincopados esfuerzos; opciones promovidas por el poder para soltar presión y descontento, como ha ocurrido desde Camarioca hasta la estampida post 11J.
No existe una nación enferma con una intelectualidad sana, son solo unos pocos creadores excepcionales quienes apuestan por la libertad política antes que la conceptual y rehusan revolcarse en el fanguero en que la Uneac ha convertido a la cultura cubana, cuyo principal peligro no proviene de la colonización cultural foránea, sino del totalitarismo con botas.
Ya que la Uneac no sirve para defender la cultura, que al menos no contribuya a consumir los escasos Megawatts que el desvencijado SEN sirve -a buchitos- a los cubanos, convencidos de que el arreglo del mal que los acongoja no se resolverá en un congreso de intelectuales que forman parte del mal, como ciudad iletrada, atrapada entre Gramsci y los Grammy.