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Una extraña sensación de desamparo

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Por Manuel Viera ()

La Habana.- En 42 y 37, Playa, una guagua de Transgaviota impactó a un señor mayor que intentaba cruzar la calle en un lugar oscuro y bajo la lluvia. Alguien en aquella oscuridad logró alcanzar su brazo y gritó… ¡Tiene pulso, llamen a la ambulancia!

20 minutos después ni policía, ni bomberos ni ambulancias. El 106 me dice que «ya la técnica se dirige hacia el lugar».

Habían pasado 30 minutos y solo había dos motos de tránsito. Si el señor estaba vivo ya tenía que haber fallecido. ¡Estamos perdidos! Siento como si la vida no tuviera valor.

El pueblo presente en el lugar ha manifestado su enojo ante tanta demora y mal trabajo. De hecho, me alejé un poco porque la cosa comenzaba a perder el control. Ni ambulancia, ni carro patrullero, ni bombero. Allí estaba aún el señor.

40 minutos después finalmente llegó el bombero haciendo mucho ruido. Su cuartel está en 54 y 27 a menos de un kilómetro del hecho.

Un joven bombero se acercó y tocó con el pie el cuerpo como para ver si estaba vivo. Luego tiró una especie de capa sobre el cuerpo.

Como siempre, la ambulancia llegó tarde

Cinco minutos más tarde llegó quien debió haber llegado primero: la ambulancia, pero ya era, más bien, será un carro fúnebre.

Si el señor estuvo vivo y tuvo alguna posibilidad de vivir ya no la tenía 45 minutos después de haber sido impactado.

Las personas en el lugar estaban muy enojadas y encararon a las autoridades y funcionarios. Emping… y mucho! Luego se tilda de deshumanizadas y se critican de no dar valor a la vida humana a sociedades donde las ambulancias llegan en cinco minutos.

No hago fotos de cadáveres, no me gusta el amarillismo. Defiendo y respeto la vida por sobre todas las cosas. Y si publico esto es solo por eso. Tampoco pretendo politizar sobre un hecho tan delicado… No es politizar el criticar lo que está mal, lo que deshumaniza, lo que no funciona.

Me siento mal, no creo que hoy pueda dormir. Siento una pena enorme y viene a mi mente constantemente la imagen de ese señor, de ese abuelito. Su gorrita roja bajo la guagua. Un señor que seguramente tendrá familia, hijos,nietos. De verdad lo siento en el alma.

Esto lo cuento desde el lugar. Cuando escribo estás líneas, aún estoy aquí incluso bajo la lluvia. No me lo ha contado nadie, he sido testigo personalmente de todo y me ha hecho repensar. Vivo en un lugar donde la vida pareciera no tener valor alguno y desde hoy siento una extraña sensación de desamparo.

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