
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Dr. Alexander Figueredo Izaguirre
Houston.- Ernestina Correa Rosales, una anciana de 92 años, fue llevada al Hospital Carlos Manuel de Céspedes con el abdomen distendido y dificultad para defecar. Hipertensa, cardiopática, con más de cinco eventos isquémicos cerebrales, desorientada, frágil. Una paciente geriátrica que merecía atención médica especializada, estudio clínico riguroso y humanidad.
Pero eso no fue lo que recibió.
Los médicos de guardia, al ver una simple radiografía, diagnosticaron a la ligera una “úlcera perforada” y dijeron que había que operar de urgencia.
No había úlcera, ni perforación, ni peritonitis. Solo una paciente vulnerable que fue abierta por gusto. Hoy sigue con el abdomen sin cerrar, sondada, debilitada y reportada de crítica por sospecha de sepsis. Todo por una interpretación precipitada, una falta de criterio clínico y una cadena de negligencia criminal.
Desde el análisis médico de la imagen, no hay evidencia de neumoperitoneo, ni signos de perforación gástrica. La placa muestra asas intestinales distendidas, compatibles con íleo paralítico o fecaloma, no con una emergencia quirúrgica.
La conducta debió ser otra: manejo conservador, hidratación, TAC abdominal, seguimiento clínico. Pero en lugar de medicina, recibió improvisación. En lugar de cuidados, la trataron como un estorbo.
Esto no es un caso aislado. Es el reflejo de un sistema podrido que ya no salva, sino que sacrifica.
La familia exige justicia. Y nosotros también. Exigimos una auditoría médica, que se revelen los nombres de los responsables, y que este caso no se archive como uno más.
Se los advertí: en Cuba, o eres víctima o eres cómplice. En cualquier momento me llegan los nombres de los cirujanos.
Ojalá no esté ningún amigo mío.