Por Ileana Medina Hernández ()
Santa Cruz de Tenerife () En nuestra infancia en Cuba escaseaban las pacotillas, los juguetes, las cosas bonitas…
Recuerdo un juego de plumones (rotuladores) de colores o unas gomas de borrar de olores, como los máximos lujos para llevar a la escuela, que te regalaba alguien que venía del extranjero.
Tuve mi primer peluche a los 10 años, cuando al fin me tocó el número 64 en la rifa anual de comprar tres juguetes, básico, no básico y dirigido. Ese número bajito significaba que podía comprar el primer día de venta en la mañana, y al fin pude acceder a un perrito de peluche.
Pero años antes, habían aparecido unos pequeños almanaquitos rusos, que por delante tenían ¡oh! esta avanzada tecnología de verse en 3 dimensiones y cambiar la imagen si los movías un poco. Los buscábamos y coleccionábamos como tesoros.
Hoy me encontrado estos marcadores y no he podido evitar regalarlo a la niña de siete años que vive en mí.
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