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Por Joel Fonte ()
La Habana.- Cuántas veces me he preguntado las semanas, o días tal vez, que tardaría en caer definitivamente la dictadura castrista si en Cuba hubiese libertad de expresión, libertad de prensa, libertad de reunión, si la verdad de la gente, si sus sentimientos, sus deseos y aspiraciones como personas y como sociedad pudieran ser gritados en las calles, escritos en los periódicos, manifestados en la radio, en la televisión…
La historia ayuda tanto a entender esa lógica: en la extinta URSS, por ejemplo, no fue la figura de Yeltsin, ni siquiera la Perestroika con sus medidas de ruptura del monopolio económico estatal lo que hizo cristalizar la caída de aquel estado multinacional, construido sobre bases de represión, imposición y totalitarismo, sino, sobre todo, lo que se llamó Glasnost, la apertura política, la democratización de la información.
Cuando eso ocurrió, poco a poco los soviéticos verificaron el poder de la información, y descubrieron que habían sido gobernados por bandidos, por ladrones y corruptos, que eran además unos asesinos. Los desenmascararon, los denunciaron, y con esas verdades públicas la gente comenzó a ganar valor, comenzó a exigir sus derechos, cada vez con más fuerza.
Por eso el castrismo, en su esquema de represión, prioriza la restricción de esas libertades.
Por eso impidieron la salida del país por décadas a los cubanos, evitando que conocieramos la realidad que ocultaban. Y por eso la televisión, bien estatalizada, tuvo por décadas solo dos canales que se apagaban antes de la medianoche. También por eso cualquier grupo opositor, reunión o manifestación o voz disidente es violentamente reprimida. Por eso la internet es restringida, ineficiente y ahora casi inaccesible.
Solo en un espacio así puede entenderse también que se glorifique a individuos que han representado el drama, la tragedia para toda una nación.
Y que un falso presidente admita explícitamente que la autoridad y el Poder lo ejercen un anciano que constitucionalmente no tiene ninguna facultad o autoridad.
Eso, sin que decenas de miles de profesionales del derecho en Cuba lo denuncien desde dentro de las estructuras del propio régimen como una bofetada al Estado de Derecho, como un hecho inconstitucional.
Y es que esa constitución es otra falacia. Es parte de ese esquema de manipulación, y con sus actos, lo confirman.
Basta de manipulación y mentiras. No más temor. ¡No más dictadura en Cuba!