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Por Joaquín Badajoz ()
Este texto es para mayores de cincuenta. Sobre todo, para aquellos que, por inercia o sana convicción, siguen obsesionados con un experimento social inviable, porque, entre otras cosas, puso el timón de una nación, desde la superestructura hasta la microeconomía (desde un ministerio hasta una zapatería), en las manos de los más leales al sistema, que son casi siempre los más incapaces.
De forma tal que, cuando en el resto de los modelos económicos del mundo la gobernanza y la política se tambalean, las economías, mal que bien, funcionan, evitando el colapso.
Es obsceno coartar la iniciativa personal y subordinarla a la colectividad al punto de que toda la supervivencia de los miembros de una sociedad dependa de las gestiones de un estado centralizado, expulsando de paso de la tribu a los cerebros más brillantes.
¿Ustedes se han preguntado alguna vez por qué Cuba produce tantos artistas y atletas excepcionales y tan pocos empresarios?
La respuesta breve es que, antes de 1959, había también extraordinarios empresarios en un número abrumadoramente mayor. Por otro lado, es un modelo sociopolítico que pone los intereses de un partido por encima de los del país de manera monopólica y absoluta, como está sucediendo ahora (algunos comunistas cubanos creen que están de facto por encima de la Carta Magna).
Seamos honestos por una sola vez; que podría ser la última oportunidad de ser honestos en esta tragedia nacional. Si algo positivo nos ha enseñado el affaire ETECSA es que el país con el que sueñan los jóvenes no pasa por ninguna de las coordenadas por las que va a la deriva la nación, debido a la falta de transparencia, el voluntarismo político, la corrupción, la represión y el autoritarismo.
Pero, si algo hemos aprendido de sus comunicados y declaraciones recientes, es que tampoco pasa tan lejos. Sesenta y seis años de colectivismo forzado han tenido su impacto en la cosmovisión y el imaginario político de las nuevas generaciones que sueñan con un país más democrático e inclusivo, que respete los derechos individuales y la dignidad humana, pero también solidario y socialmente responsable, con una economía de bienestar y una redistribución justa de la riqueza colectiva —esa que hoy no existe o está en las manos de unos pocos.
Cuba, como todo estado confesional, suerte de teocracia ideológica, con una ideología oficial que dicta la legislación, la vida pública y económica, y hasta la vida privada de sus habitantes, es una fábrica de disidentes y desertores.
Ojalá que no cometan el error de ponerse del lado equivocado en una purga masiva contra los estudiantes universitarios que han aprovechado para dar una lección de honestidad, civismo y honradez a una sociedad paralizada.
Enfrentarse a los protagonistas del futuro solo les reservará esa vejez miserable y vergonzosa por la que muchos como ustedes ya están pasando.
Entiendo que es duro aceptar que uno ha dedicado su vida a “construir” una “utopía” y que un día vengan tus hijos y te digan que es un fraude, que te han estafado de manera tan horrible que no solo has empeñado tu vida, sino la de tres o cuatro generaciones de tu descendencia.
Uno no tiene ningún derecho a algo tan monstruoso, ni siquiera en nombre de la más bella promesa. La primera reacción será buscar excusas, culpables externos, maneras de permanecer en el engaño y la mentira.
Pero la única verdad es que nuestra generación y las que nos anteceden solo han ayudado a convertir en ruinas una nación perfectible pero próspera; no nos engañemos con excusas y enemigos imaginarios. Ningún pueblo se ha entregado con mayor inocencia a una utopía tan depredadora, ni ningún exilio en la historia de la humanidad ha sido tan expoliado y chantajeado por sus victimarios.
Ustedes, gente que ha pasado la media rueda, han tenido su oportunidad de probar suerte y de equivocarse. Es hora de que los más jóvenes tengan derecho a construir la nación que sueñan, esa en la que quepamos todos.
Uno confía en que ha transmitido valores a sus descendientes para que puedan tener una vida digna de manera autónoma, y eso no solo significa que sean capaces de crear una familia, sino también de fundar una nación sostenible a su manera, sin imponerles ese futuro prefabricado y almidonado que no desean.
Lo otro es que no importa lo que hagan, de qué lado se pongan, si es el del cinismo y la barbarie, el futuro que se les abisma es inevitable.