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Por Manuel García Verdecia ()

Holguín.- Cuando las necesidades y aspiraciones de un pueblo no se atienden y resuelven debidamente mediante el diálogo y el consenso se crea un estado de irritación general. Y si los que gobiernan, en vez de esas formas participativas, apelan al dictamen y la imposición, gradualmente se consigue una dañina crispación y separación entre gobernantes y gobernados.

En tal situación, si los justos reclamos del pueblo en lugar de ser escuchados son ignorados y toda manifestación crítica es reprimida pues solo se engendra resentimiento y divisionismo en la sociedad.

Debe recordarse que los funcionarios del estado son servidores públicos que, se supone, trabajan en función del pueblo, de todo el pueblo y no de una parte simpatizante.

Cubanos cívicos hagamos un llamado por el diálogo y el consenso para la transformación propicia y cordial de la situación del país, así como en contra de toda violencia y represión a los reclamos pacíficos.

Con Martí repitamos:

“La patria no es de nadie: y si es de alguien, será, y esto solo en espíritu, de quien la sirva con mayor desprendimiento e inteligencia.”

“No es un desafío: ¿qué cubano mirará como enemigo a otro cubano? ¿qué cubano permitirá que nadie le humille? ¿qué cubano, que no sea un vil, se gozará de humillar a otro?”

Es la hora del civismo martiano.

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