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Por Sergio Barbán Cardero ()

Miami.- Mi primera reacción ante las protestas estudiantiles la expresé con una breve reflexión:
“Cosas buenas están pasando en Cuba. No he querido comentarlas para que no se espanten, pero de verdad, son buenas noticias.”

¿Y por qué no quise comentarlas? Porque temía que, desde la oficialidad del régimen, se intentara apropiarse de algo tan hermoso, tan tierno, algo que brotó desde la espontaneidad. Las protestas estudiantiles que estamos viendo hoy son un hecho sin precedentes en las generaciones nacidas bajo el proceso revolucionario.

Es cierto que los estudiantes se han deslindado de toda vinculación con actores del extranjero, algo que incluso el dictador de turno, Miguel Díaz-Canel, se ha visto obligado a reconocer.

Ese acto los hace aún más legítimos, más puros. Sin embargo, no han tardado en aparecer desde la oficialidad, incluidos algunos “sesudos” periodistas como “El Necio”; intentos burdos de ensuciar, enlodar lo bello, lo noble, lo genuino de esta expresión cívica.

Tenemos el deber moral de denunciar cualquier intento de manipulación, tanto desde dentro como desde fuera del país, que pretenda empañar o deslegitimar el ejercicio crítico, pacífico y valiente que los estudiantes universitarios están llevando a cabo.

Especialistas en contenidos falsos

Sabemos que el régimen tiene larga experiencia en fabricar contenidos falsos para incriminar a ciudadanos incómodos. Esa historia es vieja, y no debemos caer en sus trampas.

Esos contenidos manipulados, creados con fines ajenos al interés estudiantil y promovidos desde perfiles falsos, buscan dividir, confundir y frenar el despertar de una conciencia crítica que hoy reclama, desde las aulas, derechos, dignidad y participación real en la vida pública del país.

Hago un llamado urgente a la responsabilidad colectiva; no seamos instrumentos de sus artimañas.
Verifiquemos los contenidos antes de compartirlos. Confirmemos sus fuentes. No difundamos publicaciones sin comprobar su origen, y mucho menos aquellas que provengan de perfiles sospechosos. Hay que respetar el derecho sagrado de los cubanos dentro de la isla a organizarse, expresarse y actuar con autonomía.

Hoy la juventud universitaria cubana se levanta con valentía y autenticidad, como lo hicieron generaciones anteriores frente a otras dictaduras. Debemos apoyarlos, sí. Pero, sobre todo, debemos protegerlos. No permitamos que el régimen convierta su legítimo reclamo en un instrumento de propaganda para neutralizar su fuerza moral.

«El hombre que se conforma con obedecer a leyes injustas, sin alzarse contra ellas, no tiene decoro.» (José Martí, Nuestra América, 1891)

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