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Por Renay Chinea ()

Hoy se me apareció un señor canoso, medio enjuto, que me hizo recordar a un amigo de un amigo de antaño. Nada fuera relevante si no fuera que la muerte es el asunto más relevante que ocurre cada día.

Recordé que mi amigo había muerto en estas fechas, hace algun tiempo.

El hecho de ver al señor canoso, pedirme —explicación requerida— un doble con hielo de no recuerdo que ron, me llevó a aquel pasaje de Borges, cuando se muere Beatriz Viterbo, sin dudas, uno de los momentos mas altos de la lengua castellana.

Al primer lingotazo de la Bemba contra el hielo, “noté que las carteleras de fierro de la Plaza (…) habían renovado no sé qué aviso de cigarrillos rubios; el hecho me dolió, pues comprendí que el incesante y vasto universo ya se apartaba de Él, y que ese Doble de Añejo, era el primero de una serie infinita, que se iban a beber sin Él…” —Rescribí.

Remilgué luego, que Ramon Serrano sería la última roca donde se aferraría el finalísimo náufrago contra el olvido.

Y así fue: le había regalado la soflama bendita de un gran poema.

Quise decir algo, otra vez con Borges:
“No te arredres. La ergástula es oscura,
la firme trama es de incesante hierro,
pero en algún recodo de tu encierro
puede haber una luz, una hendidura.”
Mas la suerte que es grela, no colaboro, y me llevó, fallando y fallando, a escribirle este homenaje:
En el mismo comandero, donde anoté los cuantos y más cuantos de hielo y fuego añejo, tuve que dedicarle estos versos:

Para mi hermano del alma: Don Ramón Serrano Balasch, con quien tanto le queríamos: A la memoria de su fiel Escudero.. porque un día, como Quijano El Bueno, se echó a volar.. es decir, dejó de respirar.. o sea, murió.

Hace hoy, ahora, una infinita brevedad de instantes. Ante ciertas ausencias, la persistencia es una sombra que el viento del dolor, mantiene viva.

Va por el cielo, Luisito sin diamantes/
cae/
Con rumbo newtoniano, al centro de la Tierra/
embadurnada de periferias agrestes/
Se precipita/
La gota de un estaño valeroso y/
Fragiductil/
Diminuto y endeble como hacen las gotas de rocío/Cayó/
Cauterizado por el
fuego valirio en sinfonía/
de casi todas las calamidades/
Ese racimo intempestivo que se llama/
Soledad/
que trae
melancolía/
y rebalsa/
la última muralla de los desesperados/
Va por el cielo Luisito sin diamantes/
amortajado y final/
Limada la existencia/
Por la pena y el rencor de los consecutivos días/
Lo vimos al revés en sus zapatos/
Herradura torcida
en el corcel que perdió todas las apuestas/
Le recriminamos/
El maestro Ramón Serrano y yo/
Y le dijimos:
—“Escudero”… —ese tiene que ser tu nombre.
Nosotros siempre le decíamos!./
Y una mueca servil le iluminaba el rostro…
Cerilla repentina/
que se enciende entre dos oscuridades y se funde en sombras/
se apaga/
como hacemos nosotros/
Que ahora miramos el vuelo del zorzal/
Sin diamantes/
por un cielo
rumbo a la oscuridad/
nos ocurre a nosotros /
Nada sirvió/
y se apagaron/
las muchas esperanzas/
Y las razones y las sinrazones/
la compañía ante el astro moribundo/
que finalmente eclipsó/
contra un asfalto procaz/
polvo en alfombra de todos los tacones/
como nosotros que se nos apaga entre las manos/
un candil/
todos los días.

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