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Por Carlos Cabrera Pérez
Majadahonda.- La designación del obispo Marcelo Arturo González Amador como nuevo presidente de la Conferencia Episcopal cubana parece dirigida a recuperar una sintonía posible con el presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez, pero también refleja la decadencia de la curia, pues el designado carece de estudios superiores, no habla inglés, el presbiteriano Trump ha ganado por nocaut y el papa Francisco está próximo a la jubilación.
González Amador relevó en el cargo al obispo de Holguín, Emilio Aranguren Echeverría (74), decano de los prelados cubanos, con más de 30 años de ordenación episcopal y que, en septiembre, sostuvo una entrevista con el papa, acompañado por su relevo y monseñor Juan de Dios Hernández Ruiz, obispo de Pinar del Río.
Algunas crónicas de Indias ponderan que González Amador (Placetas, 1956) es «admirado» por el presidente Diaz-Canel y que mantiene una relación fluida con Francisco I, pero soslayan que carece de estudios universitarios y del manejo adecuado de idiomas extranjeros; aunque dichos cronistas podrían hacer una súplica a monseñor para que bendiga a su admirador con una estampa de San Judas Tadeo, patrono de causas imposibles.
Para un obispo cubano, y especialmente para tan alto cargo, es imprescindible el dominio fluido del inglés; una herramienta útil para establecer una adecuada relación con la poderosa iglesia estadounidense; como la que existió entre ambas jerarquías eclesiales en los años 90 del siglo pasado.
La crisis estructural del comunismo de compadres en Cuba ha provocado una gran descapitalización humana, que también padece la iglesia, huérfana ya de prelados insignes como los obispos Siro, Prego, Adolfo, Meurice y el cardenal Jaime Ortega Alamino. Carlos Manuel de Céspedes García-Menocal también fue una figura representativa, pero nunca Roma lo bendijo con el anillo episcopal, quizá por aquello de que los caminos del Señor son inescrutables.
Trump no tendrá entre sus prioridades la eficacia de la Iglesia Católica cubana, pero su desembarco en el Despacho Oval en enero y la jubilación del papa Francisco restan opciones al obispo González Amador, que tendrá que trabajar en una nueva arquitectura de vínculos con Roma y la curia estadounidense; hasta donde sea posible.
El asenso de González Amador implica un rejuvenecimiento de la cúpula católica, pues la nueva ejecutiva está integrada por los otros dos obispos cubanos más jóvenes: Juan Gabriel Díaz Ruiz (Céspedes, 1960) y Eloy Ricardo Domínguez Martínez (La Habana, 1977).
Díaz Ruiz ostenta el cargo de obispo de Matanzas y Domínguez Martínez el de auxiliar de la capital. Ambos tienen estudios superiores, el camagüeyano es licenciado en Teología Bíblica por la Universidad Gregoriana de Roma y el capitalino en Derecho por la de La Habana.
Para conocedores de las interioridades de la iglesia católica cubana, la prominencia de González Amador ha sido «fulgurante y sorpresiva» por su carencia de estudios universitarios y conocimiento de idiomas, y atribuyen su designación a sus 68 años y sus vínculos con el presidente de Cuba que está en el ecuador de su segundo, último y maltrecho mandato; salvo que Raúl Castro y sus generales y doctores reinterpreten la Constitución.
Un hándicap cada vez más acentuado en los curas cubanos es su escasa preparación debido a la falta de vocación, que es un problema mundial, y al desguazamiento del celebérrimo Seminario de San Carlos y San Ambrosio en tres sedes, como si se tratara de una entidad vertebradora de regiones y no el más alto centro docente católico de Cuba.
El modus vivendi asumido por la jerarquía católica, la ha convertido en una casta subordinada a la verde oliva y enguayaberada, asumiendo incluso la humillación de ser regañados por Caridad Diego y sus subalternos en los comités provinciales del partido comunista, a cambio de concesiones materiales y un calculado dejar hacer.
La bimilenaria iglesia ha conseguido ser el mayor operador privado de residencias para ancianos y escuelas infantiles en Cuba, a cambio de soslayar el genocidio gubernamental; aunque las relaciones entre el Vaticano y la dictadura cubana están tensas desde el incumplimiento de La Habana del pacto triangular alcanzado también con Estados Unidos para liberar a los presos del 11J, en la Navidad de 2022 y Reyes Magos de 2023.
La decepción entonces fue de tal calibre, que el cardenal Beniamino Stella (Italia, 1941), un cura experimentado, conspirador y que conoce la desgracia cubana como la palma de su mano, alzó la voz con contundencia en La Habana, rechazando tajantemente la pretensión gubernamental de desterrar a los que prometía liberar.
«Esos muchachos tienen que estar en sus casas», aseveró Stella y regresó a Roma encabronado con las maniobras y dilaciones de los carceleros tardocastristas.
En mayo, Francisco nombró a monseñor Antoine Camilleri como nuevo nuncio en Cuba, que cuenta con experiencia previa en la isla porque sirvió en la Nunciatura habanera, entre 2005 y 2006.