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Por Mauricio de Miranda ()

Cali.- Al parecer, la dirigencia política cubana no acaba de entender de qué se trata todo esto. La propaganda política del régimen está desgastada por el fracaso evidente en lograr el principal objetivo que debería tener cualquier buen gobierno: promover el mejoramiento del bienestar social, toda vez que Cuba retrocede a pasos de gigante con un modelo económico empobrecedor y un modelo político que impide el disfrute de las libertades cívicas y el despliegue de la democracia y que, además, es el principal freno al desarrollo económico y social.

Es decir, el de Cuba no es un «buen gobierno», sino un muy mal gobierno. Un «buen gobierno» es aquel que -entre otras características- desarrolla su gestión de forma eficiente para maximizar el bienestar de la sociedad; que actúa con transparencia para que la sociedad para la cual trabaja esté informada de sus decisiones; que rinde cuentas ante la sociedad y es responsable por sus acciones; que le permite a la ciudadanía participar democráticamente en la toma de decisiones; que actúa imparcialmente y de acuerdo con la ley; que respeta los derechos humanos; y que promueve el desarrollo económico y social.

No es necesario ilustrar cuán lejos está la dirigencia cubana de estas características.

¿Quiénes son los verdaderos enemigos?

La dirigencia cubana persiste en subvalorar la inteligencia y la paciencia del pueblo. ¿Cómo pretenden desconocer el derecho del pueblo a protestar por tanto desprecio acumulado de la burocracia por las necesidades de la sociedad? ¿Cómo pretenden hablar de «tergiversaciones oportunistas de los enemigos de la Revolución»?

¿Quienes son los enemigos de la Revolución? Mi respuesta a esa pregunta es que los enemigos de la Revolución son los que la traicionaron al convertirse en oligarquía burocrática.

Los sistemas políticos no se derrumban por «guerras mediáticas», sino cuando no satisfacen las necesidades de sus sociedades y estas dicen basta.

El sistema político cubano no solo no satisface las necesidades de la sociedad cubana, sino que es la principal causa de su empobrecimiento generalizado y de la inviabilidad de su soberanía como pueblo.

Es un tema de democracia

La oligarquía burocrática cubana no es revolucionaria, es su contrario, es profundamente reaccionaria -como corresponde a todas las oligarquías- porque pretende someter el disenso con el terror y la represión; pide una unidad sumisa y servil no para mejorar la vida del pueblo, sino para asegurar su poder como clase; y tras el aparente discurso antimperialista, está llevando al país al mayor peligro de perder su independencia con sus políticas fallidas.

No se trata de más o menos megas de conexión a tal o cual precio. Se trata del hastío que produce el empobrecimiento creciente y sistemático de nuestra sociedad; se trata de la exclusión que produce la dolarización de los gastos pero no de los ingresos.

Incluso, se trata de la imposibilidad de que la abrumadora mayoría de la población garantice sus necesidades con los resultados de su trabajo; se trata del evidente retroceso en todos los sectores de la economía; de la necesidad de vivir dignamente; se trata de la ausencia de esperanza; de que el país se desangra por la emigración de sus jóvenes; se trata de las libertades que merecemos y no tenemos; se trata de la democracia que necesitamos y no tenemos.

De todo eso es de lo que se trata, y más.

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