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Por Carlos Carballido
La orden ejecutiva del presidente Donald Trump de eliminar el Departamento de Educación, creado por Jimmy Carter en 1979, ha provocado un escándalo de los medios y políticos liberales pero la justificación del mandatario para desaparecerlo es absolutamente irrebatible.
En realidad no desaparece del todo, sino que la Secretaría continuará implementando todos los programas legales que son competencia de la agencia, incluidos los fondos de fórmula, los préstamos estudiantiles, las Becas Pell, la financiación para estudiantes con necesidades especiales y las subvenciones competitivas.
Los que critican a Trump parecen desconocer que el sistema educativo de Estados Unidos, históricamente considerado un referente mundial, enfrenta una realidad preocupante.
Tanto así es que, cada año, el país necesita importar a especialistas, técnicos, enfermeros y hasta maestros de otros países, porque sencillamente los estudiantes nacionales graduados son incapaces de vencer pruebas de admisión en esos renglones.
A pesar de ser una de las economías más poderosas y destinar recursos significativos a la educación, los resultados académicos de sus estudiantes están muy por detrás de los de otros países desarrollados.
Una simple búsqueda estadística indica una pésima posición global de Estados Unidos en los ámbitos más críticos, que explican esta crisis que ha llevado a Trump a tomar una decisión al respecto
Los datos internacionales y nacionales revelan debilidades persistentes:
Solo el 36% de los estudiantes de cuarto grado alcanzó un nivel competente en matemáticas, y en lectura, el 34% mostró dominio suficiente. Las brechas se amplían en grupos vulnerables: estudiantes afroamericanos, hispanos y de bajos ingresos obtuvieron puntajes significativamente menores.
Aunque el 87% de los estudiantes se gradúa de la preparatoria, solo el 62% se matricula en universidades, y muchos requieren cursos remediales debido a una preparación insuficiente.
Posición global: Una realidad muy mediocre
Estados Unidos no figura entre los 10 mejores sistemas educativos del mundo según el Índice de Educación de la OCDE (2023).
Países como Finlandia, Canadá y Estonia superan a EE.UU. en equidad, calidad y acceso.
El informe muestra los factores claves en esta brecha y que incluyen:
EE.UU esta rezagado en relación con países líderes que priorizan la enseñanza práctica, el pensamiento crítico y la formación docente rigurosa.
Aunque EE.UU. gasta más por estudiante (aproximadamente $15,000 anuales en educación pública), otros países logran mejores resultados con menos recursos como Singapur, Finlandia, Corea del Sur, China y Japón.

En naciones como Japón o Corea del Sur, existe una valoración social de la educación que impulsa altas expectativas y participación familiar.
Los renglones más críticos: ¿Dónde falla Estados Unidos?
Los problemas estructurales del sistema educativo estadounidense se concentran en:
La educación en Estados Unidos enfrenta una encrucijada. Para competir globalmente, requiere abordar sus fallas estructurales: invertir en equidad, modernizar metodologías y valorar la profesión docente.
Países como Polonia y Portugal han demostrado que es posible mejorar rápidamente con políticas focalizadas.
Sin cambios profundos, el sueño de una educación de calidad seguirá siendo inalcanzable para millones de estudiantes en EE.UU. debido a que el sector se ha venido prestando mas atención al adoctrinamiento woke y teorías criticas de la raza que a formar a las generaciones encargadas de construir el futuro de la nación americana .
Al menos Trump ya dio el primer paso: eliminar a un Departamento que consume excesivo presupuesto federal sin ningún resultado docente serio.
Fuentes: OCDE (2023), NAEP (2023), National Center for Education Statistics (NCES), informe PISA 2022.