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TODOS SOMOS UN MISMO BLOQUE (O)

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Por Oscar Durán

La Habana.- Cuba ya no reparte pan. Tampoco leche. Ni siquiera vergüenza. Lo único que se distribuye con puntualidad militar es la oscuridad. La llaman “apagones por bloques” para que suene técnico, ingenieril, planificado. Pero no es más que miseria organizada.

Desde hace un buen tiempo, hasta este día que corre, los cubanos hemos sido testigos —y víctimas— de la institucionalización del apagón. La Habana, que siempre fue la “niña mimada” del sistema eléctrico, comenzó a apagarse por zonas como si la capital estuviera en guerra. Y en cierto sentido, lo está: contra la dignidad.

Cada día se publican listas con los horarios de corte de corriente en los distintos “bloques”. A las nueve de la mañana, la familia de Centro Habana se queda sin electricidad. A las dos, le toca a los de Marianao. A las seis, apagan Playa. Una especie de ruleta rusa sin pólvora, pero con consecuencias igual de devastadoras. Hoy La Habana fue un mismo bloque, a la espera de que el Ayatolá mande un poco de crudo por el estrecho de Ormuz.

Socialismo insostenible

Quien no tenga un generador o un ventilador con batería está condenado a sudar como condenado en celda de castigo. ¿Dónde está el socialismo próspero y sostenible del que hablaba el cartelito de la tetilla de aquel oficial que me interrogó hace años? ¿Prosperidad es cocinar con leña en un solar de Cerro? ¿Sostenibilidad es tener un termoeléctrica obsoleta y quemar diésel robado al mercado negro para mantener una hora de novela?

Vicente de la O Levi, el ministro del apagón itinerante, recorre termoeléctricas en giras que solo sirven para subir historias a la prensa oficialista. “Se avanza en la modernización del sistema”, dicen los titulares. Pero en la casa del pueblo no hay avance ni modernización. Lo que hay es resignación, fósforos y mosquitos.

Y cuidado con protestar. Que en Bayamo, hace poco, se tiraron a las calles por culpa del hambre y la falta de luz, y ya hay varios con citación en la estación de policía. La revolución que prometía alumbrar al mundo ahora te manda para el calabozo si enciendes una vela de más.

Los bloques del fracaso

Los apagones por bloques no son una solución energética. Son una confesión de fracaso. Es el Estado diciendo: “no tenemos cómo sostener esto, así que te vamos a apagar, pero por turnos, para que al menos sientas que te tocó justo”. Como si la justicia se midiera en megavatios.

Las redes sociales, cuando hay conexión, se llenan de memes: gente cocinando con resistencias, niños durmiendo en el portal porque adentro no se respira, ancianos sentados en la puerta contando estrellas porque ya no pueden ver televisión. Pero esto no es gracioso. Es decadencia cruda.

El apagón cubano no es técnico, es ético. Es un apagón de valores, de gestión, de humanidad. Nos robaron la luz y, con ella, el derecho a vivir con un mínimo de decencia. Mientras tanto, Díaz-Canel se fuma un Cohíba en Roma y Gerardo Hernández se graba videos para YouTube en una oficina con aire acondicionado.

Que nadie se equivoque. Aquí no hay bloque (o). Aquí hay un solo apagón general que se llama desgobierno. Y ese, si no lo cambiamos pronto, nos va a dejar a oscuras por el resto de nuestras vidas.

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