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Por Yoel Arias Hernández ()
La Habana.- Luego de la entrevista a José Daniel Ferrer por El Toque (Eloy Viera como entrevistador), el tema de la búsqueda de la concordia, de un tránsito no violento hacia la Cuba nueva, que muchos queremos, ha desatado polémica. Desde Manuel Milanés, con su posición totalmente contraria, hasta la interminable lista de artículos de La Joven Cuba (LJC) con el tema del «diálogo», se ha venido hablando mucho y esclareciendo poco.
Como ya estamos entrenados (acostumbrados nunca) a los eufemismos del castellano que utiliza la prensa LEGAL cubana, hay que suponer que DIÁLOGO es una reunión entre iguales donde se diga lo mismo con distintas palabras.
Ay, Shakespeare y Cervantes, bajen en puyas y oigan esto.
¿Ustedes se imaginan una puesta teatral donde se presente el acto (creo que tercero) de Hamlet, con un escenario lleno de actores disfrazados del personaje del teatro isabelino? Peor, imagínenlo con disímiles Hamlets declamando, por turnos, el parlamento aquel de «tubí o no tubí» cambiando a cada oración de intérprete. ¿Ya lo visualizan? Los puedo entender. ¿Cómo se puede asumir un monólogo, una pieza dramatúrgica así picoteada y, aun así, decir que es un diálogo? ¿No, verdad que no?
La puesta en escena fue repuesta varias veces con actores diferentes cada vez, durante un periodo de tiempo, posterior al 11j. Se insistía en la programación en que era un diálogo. El sabor de boca seguía diciendo que va, gritando ¡MONÓLOGO!
Seguro estoy de que si a Cervantes le propusieran perder el otro brazo y evitar así los desmanes lingüísticos, disfrazados de eufemismos que la prensa ‘legal’ cubana difunde cada día, el manco de Lepanto se daría por bien servido.
Llevamos casi 25 años asistiendo a la trasmisión de un espacio de la TV cubana que se hace llamar «Mesa Redonda», en la que nunca han presentado posiciones diferentes al discurso oficial o al tema específico que se va a tratar ese día. Busque dónde el termino Mesa Redonda se haya usado y verá que es un panel variopinto, opinando sobre lo mismo y con criterios diferentes, opuestos en el mayor de los casos.
Puede usted, ya que estamos, buscar las transcripciones parlamentarias del país que desee y verá que la unanimidad no es norma, sino excepción. Verá acontecimientos más benévolos que estruendosos fracasos ser pasto de las críticas más mordaces y, como resultado, las dimisiones voluntarias de los funcionarios involucrados e incluso las de aquellos que moralmente se sienten compelidos a hacerlo.
Dentro de la Revolución todo…
«No hay segundas oportunidades para una buena primera impresión». ¡Cómo me gusta esa frase! Un primer ministro, todopoderoso, dejando a la vista un cinturón con la funda de su pistola, en la mesa donde se supone dialoga con lo más preclaro de la intelectualidad de la naciente nueva sociedad, dejando a la vista también su posición sobre las opiniones, los criterios o alusiones que se alejasen de lo que se consideraba inofensivo para el nuevo régimen. ¿Parece ese el escenario de un diálogo?
Así, más o menos, ocurrieron los llamados diálogos entre el presidente y diversos sectores de la sociedad de la isla n los días posteriores a julio de 2021. Ni una sola nota discordante y las que recordamos hoy nos huelen a vil montaje, a tramoya, atrezo y decorado.
Así se quiere, en estos días, que asumamos el diálogo entre cubanos. El reto de poner de acuerdo a tanto paisano, más allá de la ficticia unanimidad parlamentaria o las poco creíbles encuestas y estadísticas oficiales, es tan serio y tan impostergable que el mero hecho de vincularlo con las puestas en escena, ya descritas acá, resulta peligroso para llegar a la meta deseada.
Los que se empeñan en vender un simulacro de conversación entre iguales no van a lograr nada bueno. Mesa Redonda y diálogo, reales, solo serán creíbles entre criterios diferentes, algo demasiado dialéctico de entender para la casta que decide cosas y la cohorte que la secunda en los medios autorizados, los legales, claro.
Dialogar sería lo más inofensivo, pero, contradictoriamente, a ambos lados del conflicto, lo han visto como la peste bubónica. Parece que aún hay más por extraerle a la tragedia que vivimos.
¿Digo más?
(Foto para no morir ignorado)