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Por Sergio Barbán Cardero ()
Miami.- El régimen cubano no es una dictadura cualquiera. Es un sistema represivo, totalitario, que lleva más de seis décadas oprimiendo a su propio pueblo. Un régimen que no permite la participación en elecciones libres, ni partidos opositores, ni libertad de prensa, ni manifestaciones pacíficas.
Es un régimen que encarcela, exilia, inhabilita, fusila moralmente y a veces literalmente a quienes disienten.
Ante esta realidad brutal, la pregunta no es si los cubanos queremos ser libres, sino si podemos serlo por nosotros mismos. Y la verdad es que no.
El pueblo está desarmado, aislado, vigilado, hambriento y controlado por una maquinaria represiva sin escrúpulos, dispuesta a todo por mantenerse en el poder.
Basta con recordar las palabras de Miguel Diaz-Canel cuando convocó a los comunistas a la guerra contra un pueblo desarmado que protestaba en las calles. Ellos tenian las armas, el pueblo, ni siquiera contaba con su derecho a protestar y fue reprimido, fue masacrado en una lucha desigual, donde ellos contaban con la fuerza, con las armas, con tropas y medios para reprimir de todo tipo.
Entonces viene la gran pregunta: ¿Tiene derecho el pueblo cubano a pedir ayuda militar externa para liberarse?
Mi respuesta es: ¡Tal vez ayer no!, pero hoy pienso que sí, absolutamente sí. Porque el derecho a la libertad no puede depender del capricho de los tiranos. Porque el principio de soberanía no puede ser una excusa para proteger a los criminales que esclavizan a toda una nación. Y porque ningún pueblo debe estar condenado a la sumisión eterna solo por haber nacido en una isla.
La historia está llena de ejemplos de pueblos que se liberaron con ayuda internacional. Estados Unidos, en su lucha por la independencia, pidió ayuda a Francia. Europa fue salvada del nazismo gracias al apoyo de las potencias aliadas. Hoy Ucrania se defiende con el respaldo del mundo libre.
¿Por qué Cuba no? ¿No somos seres humanos también? ¿No sufrimos lo mismo, o incluso peor? Y aquí es donde el régimen, acorralado por la verdad, reacciona con su discurso más hipócrita y manipulador: El discurso del miedo.
Cada vez que un cubano habla de libertad con firmeza, o plantea la posibilidad de apoyo internacional, el régimen grita “¡Guerra!” “¡Miren como piden invasión!” Y lanza su narrativa enfermiza: “Las bombas no tienen nombre, pueden caer sobre cualquier cabeza”. “¡Miren como quienes supuestamente llaman a la libertad, quieren ver arder al pueblo cubano!”
¡Esto es falso! No es el pueblo quien teme la libertad. Es la dictadura quien teme perder el poder. El régimen ha sembrado el terror durante décadas. Ahora pretende seguir sembrando el miedo con palabras huecas, para paralizar al pueblo y deslegitimar a los que luchan.
Pero el pueblo cubano no pidió esta situación. No pidió vivir reprimido, hambriento, espiado ni exiliado. El pueblo cubano tiene derecho a liberarse. Y si no cuenta con medios propios para hacerlo, entonces tiene el derecho y el deber de buscar alternativas, de pedir ayuda. Y si esa ayuda debe ser militar, porque no queda otra vía, entonces es legítima, es justa y es necesaria.
No se trata de desear guerra. Se trata de terminar con una guerra que el régimen le ha declarado al pueblo hace más de 60 años. El mundo libre no puede seguir mirando hacia otro lado. Y los cubanos dentro y fuera de la isla, tenemos que perder el miedo a decirlo claro: ¡Sí, tenemos derecho a ser libres, aunque para lograrlo necesitemos la ayuda de otros!