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Por Yosmany Mayeta Labrada ()
En el hospital Clínico Quirúrgico Juan Bruno Zayas falleció el joven Carlos Rafael López Ibarra, de 33 años, trabajador de la Central Termoeléctrica Renté, que había sufrido graves quemaduras tras un salidero en la caldera. Su muerte ha generado un clima de indignación y sospechas.
Según testigos, en el lugar se encuentran el director del hospital, la guardia operativa y numerosos trabajadores de la Renté, lo que refleja la magnitud de lo ocurrido.
Rumores que circulan entre los propios trabajadores aseguran que el muchacho estaba en terapia intensiva cuando se produjeron dos apagones en el hospital. La planta eléctrica —afirman— tardó más de 20 minutos en arrancar. Durante ese lapso crítico, los equipos de soporte vital habrían fallado, precipitándose así el desenlace fatal.
Se comenta que la presencia del director responde a la posibilidad de negligencia médica.
Lo cierto es que hoy una familia santiaguera llora la pérdida de un joven que salió de su casa a trabajar y nunca regresará.
La causa oficial del fallecimiento fue certificada como “sepsis generalizada grave por quemaduras del 89% del cuerpo”. Sin embargo, persisten las dudas sobre las condiciones en que fue atendido y sobre los fallos eléctricos que pudieron agravar su estado.
Este no puede ser otro caso que quede en el silencio oficial. La vida de Carlos Rafael exige respuestas claras y responsables. No se trata de un accidente aislado, sino del precio que paga el pueblo por un sistema en ruinas. ¿Quién responde? ¿Quién asume la culpa?
Nuestras más sentidas condolencias a familiares, amigos y allegados.