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Por Adalixis Almaguer ()

Miami.- Porque la libertad de Cuba no es el reino de los cielos en el que los últimos serán los primeros. Porque el silencio es una postura política en la que se asume por defecto el rol del opresor. Y porque en este reino terrenal hay una cosa que se llama arrepentimiento y otra muy diferente que se llama responsabilidad.

Siempre pienso en Ulises Toirac porque es uno de los casos que más me ha dolido por la magnitud de su descaro. Con un pueblo que le ama de punta a punta de la isla vivió del silencio y la cargadera de pacotilla en sus viajes a Miami por muchos años, sin pensar en sus admiradores, sin importarle sus admiradores machacados y recontramachacados por el castrocomunismo hasta ahora que le pisaron la cola directamente a él.

Mientras pudo nadar en las dos aguas lo hizo, y lo hizo mudo. Es más cuando San Isidro dijo que él no sabía lo que estaba pasando ahí, que él no sabía nada.

Creo era el único sin enterarse en la bolita del mundo. Dictadura no aparecía como vocablo en su diccionario. No sé si ya lo haya adicionado pero me dicen que se está pronunciando con mayor claridad. Cuando te tocan, te toca.

Otro «colega» me escribió que no podía publicar las convocatorias cívicas de apoyo porque tenían pésima factura estética. Y los estaban sacando a palos. Los estaban violentando como ahora mismo siguen violentándolos a todos de una forma u otra. En ese reino del terror dictatorial nadie se escapa salvo los que ejecutan el poder directa o indirectamente.

Entonces a lo que iba…

¿Si personajes como estos -de los que me averguenzo- hoy abren la boca a favor del pueblo tienen mi apoyo? Sí. No tengo ni que pensarlo, sí. Porque yo no los quiero, ni los admiro, probablemente no los respete mucho, pero a ellos por muy bajo que califiquen en mi escala de valores no les guardo odio ni malos pensamientos.

Ellos nunca serán mis amigos pero tampoco son mis enemigos. Si tengo que unirme a ellos para hacer causa común a favor de la libertad estoy dispuesta.

La otra cosa era la responsabilidad que es como el pecado: personal. A cada cual en el juicio legal o meramente moral le toca un veredicto por sus actos, no por los míos, ni los de nadie más.

Así como yo no soy responsable de las flojeras o desaciertos de los otros. Entonces en el camino de la libertad de Cuba -que no es lo mismo que el pecado del mundo y no viene con el cordero sacrificial de Dios que lo limpia- que cada cual pague su culpa. Yo pagaré las mías.

Mi enemigo es el Pececé. Mi enemigo siempre será el Pececé.

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