
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Oscar Durán
Santa Clara.- Lo volvieron a hacer. Como si la política cubana fuera un juego de dominó en el que siempre ganan los mismos, el Partido Comunista de Cuba acaba de mover una ficha que ya todos conocíamos. Esta vez tocó a Susely Morfa, una de las figuras más recicladas del repertorio gubernamental, asumir como primera secretaria del Partido en Villa Clara. Una provincia que necesita ideas nuevas y soluciones reales, recibe en cambio el mismo manual ideológico con otro rostro… aunque de rostro, ya ni hablemos.
Morfa es una vieja conocida. No por su carisma, ni por su capacidad transformadora, sino por su habilidad para escalar dentro del engranaje partidista sin importar cuántas veces haya demostrado su desconexión con la realidad del país. La mujer que gritaba frente a Obama en la Cumbre de las Américas de 2015, y que se proclamó “psicóloga millonaria” en plena miseria nacional, ahora regresa en modo “salvadora de la provincia” como si nada hubiese pasado.
Y el Partido, claro, aplaude. Coloca a Morfa como símbolo de continuidad, como si una cara joven maquillara el envejecimiento crónico de un sistema que ya no tiene cómo sostenerse. La presentan como estratega del “sector social”, cuando en realidad lo social está en ruinas, y lo único que queda es la simulación permanente: actos, discursos, consignas. ¿Y el pan? ¿Y la luz? ¿Y la esperanza? Eso no aparece en el perfil de LinkedIn de Susely.
Mientras tanto, Osnay Miguel Colina, su antecesor, se va en silencio. Le reconocen los tres años de trabajo, le prometen otras responsabilidades —probablemente una silla más cómoda en alguna oficina de La Habana— y se archiva su gestión sin una sola pregunta sobre sus aciertos o errores. Aquí no hay autocrítica, ni rendición de cuentas. Solo rotación de peones en un tablero cada vez más deslegitimado.
Villa Clara, como el resto del país, está cansada de experimentos ideológicos disfrazados de renovación. Morfa no trae nada nuevo. Su discurso es el mismo, su enfoque es el mismo, su partido es el mismo. Una psicóloga entrenada para escuchar que jamás ha oído el clamor del pueblo. Una dirigente que ha pasado más tiempo en actos políticos que en los barrios donde falta el agua, el pan y la dignidad.
¿La solución? La de siempre: seguir esperando que el cambio venga de arriba. Pero ya ni eso convence. La gente sabe que la cúpula no va a salvarnos. Saben que Morfa es otro parche en un barco que hace agua por todos lados. Que esto es más de lo mismo, con otro nombre, en otra provincia, con la misma miseria.
Y cuando el pueblo empiece a reclamar —porque va a reclamar—, no digan que fue por culpa del bloqueo. No digan que no sabían. Porque si en algo es experta la Revolución, es en quemar a sus propios hijos… y reciclarlos después, como si fueran nuevos.