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Por Víctor Ovidio Artiles ()

Caibarién.- Ahora, recordando aquello de «Cuba es un eterno verano», me he puesto a analizar mi situación. Esta mañana, al despertar (Capitán del día) y ver tres colchones distribuidos por toda el área de la cocina. Esto me sugirió la idea de estar en una acampada.

Hace tiempo, desde que al Muchacho del Catao Provincial (MCP) se le metió entre ceja y ceja la idea de ganar la emulación en temas de ahorro. Cerquita de donde debía tener un lóbulo frontal, vive «disfrutando» de ese eterno verano. Se ha dicho que el MCP vive «casualmente» en un circuito protegido como el MCN.

Cuando acampas en el monte, el calor te golpea. Además, armas una cama improvisada donde sea y no te ves ni las manos. También te rebanan los mosquitos y jejenes. Te muerden los alacranes, te huelen las patas los ratones, y las lechuzas te asustan. El rocío te da coriza y te levantas con dolor en todos los huesos. Te lavas con el agua de la cantimplora. Haces café y la comida con palos. El río está seco y luego te arrepientes de haber ido. No tienes conexión y te cagas en la madre del que inventó el verano. O de la famosa quebradura de aquel supercontinente que terminó mandándonos a este lugar.

Los problemas más serios llegan cuando el Capitán llega. Te pasas el día pensando qué inventas para comer en la acampada y cómo cocinarlo. Además, algún otro campista te pide comprensión, paciencia, resistencia y resiliencia. También que vayas para la palma aquella que tiene 3G para que busques en Google el significado de subsidiado. Y te cagas en la madre del MCP, del MCN y del campista entusiasta.

Vuelves a arrepentirte de la idea de la acampada cuando tienes que armar las «camas». Sucede a la hora en la que preparaban las suyas los guajiros de antes…y los de ahora. No somos un eterno verano solamente. También somos una eterna acampada.

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