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Por Pedro Monreal (El Estado como tal)
La Habana.- Se dice que se han reconocido oficialmente errores de política económica, pero sugiero cautela. Lo que se ha expresado es discernimiento acerca de consecuencias de los errores, sin explicar las causas raigales de los mismos ni aceptar responsabilidades específicas.
Hay por lo menos dos preguntas importantes: ¿Reconoce el gobierno cubano las causas fundamentales de sus errores de política económica?, y ¿Pueden superarse políticas deficientes sin un reconocimiento efectivo de los errores?
Si se observan detenidamente los hechos, no el relato oficial, no se encuentra evidencia de que la percepción de los errores cometidos esté conduciendo a plantearse una transformación sustantiva, sino reformas parciales y temporales.
Sería relevante que se reconocieran los errores evitables, es decir, aquellos de los que pudiera aprenderse, tomando en cuenta tanto la selección de opciones como la probabilidad de materialización de sus resultados en contextos dados.
Para ejemplificar: un cambio de precios relativos centrado en redistribuir riqueza (como fue el “ordenamiento”) sin fortalecer previamente la capacidad de respuesta de oferta, incluyendo la privada, repetiría el tipo de crisis que hoy existe en Cuba. Ese es un error evitable.
Conviene tomar nota de tres premisas racionales de política económica: no se adoptan errores de manera intencional, hay errores que no son predecibles, y las políticas se aplican cuando los beneficios anticipados superan los costos esperados.
Por otra parte, la incertidumbre (riesgo no cuantificable) influye en errores de política económica y es entendible que los gobiernos no tengan incentivos para reconocer e informar sobre sus errores, así como que intenten cambiar la percepción pública sobre estos.
Pero, el hecho de que sea entendible el comportamiento negacionista o minimizador de un gobierno respecto a errores de política económica no justifica tal acción porque cercena la capacidad de retroalimentación y de aprendizaje que requiere la política económica.
La desacertada referencia a la “mentalidad importadora” coloca en el terreno de la subjetividad un problema que tiene una causa objetiva (estructura económica incompleta) y otra causa en errores de política que producen distorsión de la tasa de cambio.
Se edulcora el tremendo fracaso del “ordenamiento” al formularlo como que “no salieron bien las cosas” y también cuando se dice que se “distorsionó” la unificación monetaria y cambiaria. En realidad, no se aplicó ninguna de las dos.
Se afirma nebulosamente que la distorsión se “produjo por todo un grupo de cosas”, esquivándose el hecho de que la primera de esas “cosas” fue un error de diseño de política: secuencia equivocada, régimen cambiario desfasado, y devaluación insuficiente.
Además del diseño erróneo, la implementación de la política cambiaria ha sido deplorable: ausencia de mercado cambiario formal, amplificación del mercado cambiario informal, expansión de la dolarización parcial, y una opaca asignación de divisas.
Decir que “no hemos hecho las inversiones necesarias en la agricultura” soslaya que la estructura sectorial de inversiones en Cuba es el resultado de decisiones. No fue simplemente que no se pudo invertir en el agro, sino que se decisión invertir más en otras actividades.
Se reconoce que “no siempre se ha hecho un uso racional y eficiente de los recursos disponibles”, pero eso no es una equivocación en sí misma, sino el resultado de un error crucial: la utilización del esquema de planificación centralizada de la “Conceptualización”.
De los 4 procesos centrales del ordenamiento, el mayor fracaso ha sido la transformación de ingresos en sentido inverso al previsto, pero existe renuencia oficial a reconocer la responsabilidad directa del gobierno en el empobrecimiento masivo de la sociedad cubana.