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¡AL FIN: DESPERTÓ LA DEFENSA CIVIL!

AQUELLOS CRISTALES ROTOS

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Por P. Alberto Reyes ()
(A propósito del Xv Domingo del Tiempo Ordinario: Evangelio: Marcos 6, 7 – 13)
Camaguey.- Entre las comunidades que atiendo, hay una que siempre ha sido pequeña, pero unida, alegre, sabrosa. Llamémosla «Cambodia septeptrional».
Por motivos varios, algunos miembros de la comunidad se alejaron de la fe, y otros se mudaron del pueblo. La comunidad se diezmó, y eso desanimó al resto. Varias veces fuimos al encuentro semanal, gastando un combustible cada vez más escaso, o pagando a alto precio un transporte alquilado. Fuimos para no encontrar a nadie.
Volvimos, visitamos, animamos, pero durante un tiempo nada cambió. Ahora, tímidamente, parece que remonta, y ante el Evangelio de hoy, una persona de esa comunidad hizo esta pregunta: ¿Ustedes han sentido alguna vez deseos de hacer lo que dice el Evangelio, de sacudirse el polvo de los pies y no volver aquí nunca más?
La respuesta real no era un simple sí sino un sí firme y enfático pero es un sí con peros.
Si se calla el cantor, dice el poema.
Si se cansa el pastor, si se rinde la esperanza, si se muere la ilusión ¿qué queda entonces?
Todos nosotros, poco más, poco menos, tenemos nuestra propia «Cambodia septeptrional»: hijos que se han alejado de la fe, matrimonios que no terminan de acoplar, familiares rotos por el alcohol, amigos que han ido tomando caminos torcidos, nietos desatendidos y creciendo a la buena de Dios. Hacemos por ellos lo que podemos y a veces más, volemos a ellos, insistimos, nos inventamos y reinventamos mil modos de ayudarlos y a veces parece que nada funciona ni funcionará nunca.
Sentimos que lo que recibimos son evasivas y, por momentos, franco rechazo y vienen los deseos de abandonar la batalla, de sacudirnos el polvo de los pies y no regresar nunca más.
Pero si nos rendimos, si damos por inútil todo esfuerzo, si no insistimos a tiempo y a destiempo, si no volvemos, ¿quién lo hará?, ¿quién cantará que la luz existe, que los caminos pueden cambiarse, que los oídos pueden abrirse y la mirada aclararse? Si nos cansamos, si abandonamos ¿quién caminará a su lado, quién será para ellos la voz del Dios que nunca pierde la esperanza?
Es verdad que hay «Cambodias septeptrionales» que parecen inmunes a todo cambio, pero ante ellas, y ante todas nuestras «Cambodias» el Señor sólo nos dice: «Ve, yo te envío, permanece, y solamente sé mi voz en medio de ellos».