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Por Ulises Toirac ()
La Habana.- A tenor de mi paupérrima celebración de vejestud para mañana comiendo mangos hoy (a falta de una cuña de cake helado), una amiga observa: «Disfruta, el azúcar hace daño».
Me recuerda uno de mis primeros viajes al extranjero. Debió ser por 1998 o algo así, a Campeche, una ciudad de la península yucateca en México.
Chocaba por vez primera con muchas cosas en ese viaje. Recuerdo comprar dos paquetes de «Sabritas» de una libra cada uno (unas papas fritas «francesas» que como decía su publicidad «¡A que no te comes solo una») y seis botellas de coca cola de las grandes solo para ver un partido de fútbol en la TV.
Ese viaje tiene unas cuantas anécdotas pero me centraré en lo que me dijo la amiga que me vio comer mango.
Yo andaba suelto, loma abajo y sin frenos. Es de esos viajes que no te pagan, pero se desviven por complacer cada pajarito volando que se te ocurre.
Campeche es parecida a la Habana pero la diferencia reside en que el bloqueo no ha salao sus aguas y hay peces. Su malecón amanece lleno de ofertas del mar porque, además, ni hay que ser del MININT para poder salir mar adentro con un barquito para pescar.
Mi pasión, cubano hambreao al fin y al cabo, consistía en una larga copa de unos 20 centímetros llena de camarones en mayonesa. Cóctel le dicen, yo le digo paraíso.
Pero lo que sacó a algunos mexicanos era mi pasión por la Coca-Cola (cuando maduré me pasé a la Pepsi, claro). Yo tomaba una Coca-Cola cada diez minutos. Las vendían incluso en un nylon con absorbente. Congelá. Coño la memoria sensorial me está matando.
Y los amigos mexicanos, preocupados, me sentaron y me explicaron los peligros de ingerir Coca-Cola como lo estaba haciendo.
—¿Desde qué edad tu tomas Coca-Cola? —le pregunté al preocupado.
—Pos…. ¡De nacido, patrón! —contestó.
—Pos —jodí con su acento— yo acabo de descubrirla hace diez patroncito! ¡Pa que empiece a hacerme daño tengo que tomarme medio contenedor de colas!
Y sonrió, claro.
Pues pa que lo sepan: ahora mismo me pasa eso exactamente con TODO. Excepto el arroz vietnamita. El azúcar de un cake me vendría…
No sé si me explico.