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Por Yeison Derulo
Santiago de Cuba.- Los voceros de la dictadura volvieron a sacar su libretica de épica barata. Esta vez, el turno le tocó a El Caney, Santiago de Cuba, un Consejo Popular que lleva años esperando por un simple servicio de agua estable, pero que ahora lo presentan como “uno de los lugares más atrasados en la recuperación tras el huracán.»
Reúnen a 200 jóvenes —sí, 200 almas esperanzadas— para echarles encima una responsabilidad que no les corresponde, y de paso vender la idea de que la “juventud revolucionaria” es la salvadora del desastre que ellos mismos han provocado. El guion es el mismo: buscar inocentes, acomodarlos en primera fila y ponerlos a cargar con las ruinas del país.
Cuando aparece el detalle de que las FAR y MININT se unen a esta “misión”, ya uno sabe por dónde viene la cosa. La dictadura no da puntada sin hilo. Mezclan soldados, policías, estudiantes y burócratas, no para acelerar ninguna recuperación, sino para montar su espectáculo de disciplina y obediencia, ese que intentan vender como sentido del deber.
Y en medio del acto, sacan la bandera —su tótem favorito— y se la entregan a un muchacho que estudia medicina. Lo ponen a repetir un discurso de Fidel y las decenas de epopeyas inventadas. Después anuncian, con una alegría casi infantil, que “se restableció el servicio eléctrico”.
Que llegue la electricidad no es un logro en ningún país del mundo. Cuando un país celebra tener electricidad por unas horas en pleno 2025, es porque ya tocó fondo hace rato. Pero la dictadura funciona así: te quita algo básico, te lo devuelve por un ratito y después espera que aplaudas hasta que te duelan las manos.
El cierre es siempre igual de cursi: “Un paso a la vez, con el trabajo unido de todos, Santiago de Cuba se levanta”. Una frase tan vacía como las neveras del cubano promedio. No es el pueblo quien tiene que levantarse, es la dictadura la que debería largarse de una vez para que la gente viva sin apagones, sin colas, sin miedo y sin tener que agradecerle al gobierno por encender un transformador. Lo que está caído no es Santiago, es el régimen, aunque ellos pretendan disfrazar su fracaso sistemático con fotos de jóvenes cargando escombros.
En fin, disfrazan de heroísmo lo que no es más que sobrevivencia, maquillan la pobreza con uniformes verdes y banderas deshilachadas, e intentan vender como “pasos firmes” lo que no pasa de ser otro capítulo vergonzoso de manipulación colectiva.
Todos sabemos que la realidad les pasa por encima: ningún acto, ninguna bandera y ninguna brigada juvenil puede ocultar que la dictadura lleva más de sesenta años hundiendo al país. Por más propaganda que inventen, la verdad es una sola: no es Santiago el que se levanta… es la dictadura la que se está desmoronando.