
SAN JOSÉ DE LAS LAJAS: EL CAOS NO ENCONTRARÁ MI SILENCIO
Por Pablo Alfonso ()
México DF:- Alguno por ahí dirá que soy insistente, y tal vez tenga razón, pero solo cuando defiendo lo que creo que es justo. Cuando alguien me aplasta con sus argumentos, extiendo la mano y admito mi revés, pero no lo haré con la salud pública en San José de las Lajas. Y no pararé hasta tanto no crea que se ha revertido la situación, algo que considero no ocurrirá jamás.
Esta vez no me referiré al Hospital Materno Leopoldito Martínez, ni a las consultas que quieren llevarse para Güines. Incluso, ni al deprimente estado del nosocomio de Güines, a donde tenemos que ir ahora los lajeros, por obra y gracia de dirigentes que se atienden en La Habana, con transporte para ir y regresar, por supuesto.
Me voy a referir al Hogar de Ancianos -o centro psicopedagógico, ¡vaya eufemismo!- del Vallé del Perú, ubicado a un kilómetro o un poco más de la nueva comunidad -si es que con 50 años algo es nuevo- que lleva ese nombre. Allí, en aquel sitio donde había -o hay- un policlínico, y donde una mente, que de lúcida no tuvo nada, decidió un día construir una sala de rehabilitación, hay un sitio para acoger a ancianos sin familia.
En ese lugar, en realidad, lo que hacen es terminar de matar en vida a los ancianos. Allí viven juntos, hombres y mujeres, muchas veces se les ve pasearse sin ropas por los pasillos o por los patios. La comida es casi inexistente, y de los platos fuertes y los medicamentos, mejor ni hablar.
Los que están un poquito más fuerte, tienen la misión en las mañanas de buscar hojas de guayaba, naranja agria o cualquier otra planta que sirva para hacer una especie de cocimiento, o tizana, para su desayuno, para que al menos les caiga algo caliente en el estómago, a personas que viven los últimos años de su vida, demasiado azarosos por demás.
En aquel lugar, rodeado de potreros cubiertos de marabú, otras malezas, y muy cercano a la presa de Mampostón, los mosquitos aparecen por bandadas, pero allí nadie fumiga, ni pone nada en las ventanas para evitar que los zancudos entren, y mucho menos buscan un aire acondicionado o un ventilador para hacerle la vida llevadera a esas personas abandonadas a su suerte hasta el bendecido día que les llega la muerte. Porque para vivir así, mejor estar muertos.
Cuando se va la corriente, la situación empeora. Y eso no lo ve nadie. El gobernador de la provincia continúa con su colección de ninfas, entre ellas la secretaria del partido, que se ha pensado que llegó a Mayabeque para reimpulsar una carrera que la puede llevar a la élite gobernante del país, y los del municipio son unos incompetentes e incapaces ‘cuadros’, a los cuales les da igual que la gente viva o que muera.
Todas estas personas, todos los que tienen responsabilidad en estos casos, deberían ser enjuiciados por crímenes y condenados a largas penas, pero eso jamás ocurrirá en Cuba, porque no hay una institución que sea capaz de poner al descubierto los crímenes del régimen.
Una vez, hace una década o más, murieron casi dos docenas de pacientes del Hospital Psiquiátrico de Boyeros, el conocido Mazorra. Todo quedó en sanciones disciplinarias, pero nadie fue preso, al menos que yo sepa, a pesar de que se hicieron públicas las violaciones de la disciplina, los abusos, entre ellos bañar a los enfermos con mangueras y agua fría, los robos de sus alimentos. Y el director del lugar, o uno de los responsables máximos implicados, el ex viceministro Lorenzo Somarriba, «salió fortalecido».
Luego murieron por desnutrición en Hijas de Galicia casi una docena de recién nacidos. Y no pasó nada. Y en el Valle del Perú, en el albergue llamado Tamara Bunke, hay ancianos muriendo cada día, por culpa de la desidia de un gobierno criminal e inoperante. Mientras muchos cerramos los ojos para no ver, o nos callamos. Pero yo no me voy a callar. ¡Me niego a callarme! Y mucho menos después de que me lo pidieran los hermanos Martín Perdomo.