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Por Edi Libedinsky ()
Alrededor de 1946, Sally Field nació en Pasadena, California, en el seno de una familia con profundas raíces artísticas, siendo su madre, Margaret Field, actriz, cuya influencia introdujo a la joven Sally en las artes escénicas. Creciendo en Los Ángeles, navegó por los vibrantes círculos de la televisión y el teatro de la ciudad, absorbiendo lecciones tempranas de pioneros de la industria.
Los Años Formativos y el Estrellato Temprano
A principios de la década de 1960, Field comenzó a perfeccionar su oficio a través de producciones teatrales locales mientras simultáneamente buscaba audiciones para televisión. Cerca de 1965, logró prominencia nacional protagonizando la exitosa comedia de situación Gidget, interpretando a la adolescente radiante y enérgica que capturó la imaginación de Estados Unidos.
Trabajando junto a escritores y productores como Sidney Sheldon, Field aprendió a equilibrar el timing de la comedia con una actuación matizada, un indicio temprano de la versatilidad que definiría su carrera. Sus años de formación se definieron por un entrenamiento disciplinado y una determinación a evolucionar más allá de los roles arquetípicos de ingenua que dominaban la televisión temprana.
Finales de la década de 1960 y la década de 1970 marcaron una evolución crítica en la trayectoria artística de Field, ya que buscó roles que desafiaran las expectativas de la industria. Alrededor de 1970, protagonizó La Monja Voladora (The Flying Nun), mezclando la comedia física con un trabajo de personaje perspicaz, consolidando su reputación como un talento formidable capaz tanto de humor como de sentimiento.
Al pasar al cine, colaboró con directores de renombre, sobre todo con Martin Ritt en Norma Rae (1979), una actuación trascendental que le valió su primer Premio de la Academia. Al interpretar a una activista laboral de clase trabajadora en Carolina del Norte, Field fusionó el realismo social con la autenticidad emocional, alineándose con el enfoque cinematográfico de la época en narrativas políticas y culturales. Sus colaboraciones con actores como Peter Boyle y Ron Leibman, tanto en producciones teatrales como cinematográficas, refinaron aún más su rango, permitiéndole abordar temas complejos de identidad, resiliencia y conexión humana con notable profundidad.
Desde la década de 1980 hasta principios de la década de 2000, Field consolidó su legado con actuaciones icónicas en En un Lugar del Corazón (Places in the Heart, 1984) —que le valió su segundo Oscar—, Magnolias de Acero (Steel Magnolias, 1989) y la serie de televisión Brothers & Sisters (2006–2011), ganando múltiples premios Emmy y Globos de Oro en el camino.
Su carrera ejemplifica un equilibrio perfecto entre el éxito comercial y la integridad artística, demostrando maestría en teatro, televisión y cine. Más allá de la actuación, Field se convirtió en una defensora vocal de los derechos de las mujeres e iniciativas humanitarias, integrando su plataforma con el compromiso cívico.
Desde Pasadena hasta Hollywood, su trayectoria refleja un profundo entrelazamiento de talento, perseverancia y conciencia social, asegurando su lugar perdurable en el panteón de los íconos del cine estadounidense.