Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Comparte esta noticia

Por Ulises Toirac ()

En época de Sabadazo, los actores del programa éramos semidioses en Cuba. No extraño eso porque llegaba a resultar opresor, aunque confieso estar orgulloso y agradecido por la causa de todo ese cariño.

«Fama» es una palabra que no me gusta. Es un poco «fifty», pero sí, éramos «famosos»… recuerdo ir de visita a lugares muy intrincados del país, donde había un televisor por cada diez familias (que vivían a varias caballerías unas de otras), y ¡nos conocían!

Yo me divertía mucho con Gustavito, porque ese se bañaba de popularidad. Un día tuvimos una reunión en «El Cochinito» de 23, y solo pa joder se fue a la acera y se paró con los brazos en jarra… Las guaguas y los carros se detuvieron. La avenida se congestionó. En buena ley llevaba una multa aquello. Pero hasta los «caballitos» pedían autógrafos…

Era una verdadera locura. Los índices de popularidad se salían de las gráficas. Había que tener mucho raciocinio y madurez pa que no se le jodiera la cabeza.

Boncó, el de Sabadazo

Y… En uno de esos 17 de diciembre en que mucha gente en nuestro pueblo rinde honores al viejito de las muletas y los perros, sucedió una cosa muy graciosa de la que supimos por su protagonista.

El día de San Lázaro todos sabemos que mucha gente va a su iglesia. De ellos muchísimos a cumplir promesa. Suele ser un espectáculo que si no fuera por su significado, sería grotesco. Los años me han revelado que todas esas demostraciones (algunas muy locas) no sólo son señal de la profunda devoción al Santo, sino de compromiso. Es fiesta.

Pero igual mucha gente asiste al santuario para pedir. Aquello se pone grave de la cantidad de gente. Las autoridades eclesiásticas tienen que hacer maromas esos días para propiciar que todos pasen y puedan hacerlo.

Y nuestro querido Boncó Quiñongo fue ese año al santuario a pedir y hacer promesa, y luego de mucho lio logró entrar a la nave de la iglesia. Ya te digo… No cabía una mosca más. Coqui juntó sus manos y cerró los ojos:

— San Lázaro, soy yo, Boncó de Sabadazo, atiéndeme a mí…

Deja un comentario