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Roban en la casa de Marta Perdomo mientras visitaba en la cárcel a uno de sus hijos

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Por Oscar Durán

San José de las Lajas.- La crueldad en Cuba no tiene límites. Mientras Marta Perdomo viajaba para visitar a uno de sus hijos encarcelados por motivos políticos, delincuentes irrumpieron en su vivienda y le robaron pertenencias básicas para su vida diaria.

Marta, madre de los hermanos Jorge y Nadir Martín Perdomo —ambos presos por manifestarse pacíficamente durante las protestas del 11 de julio de 2021—, denunció el hecho a través de sus redes, asegurando que el robo ocurrió justo cuando ella se encontraba cumpliendo con su rutina de visitas a las cárceles donde sus hijos permanecen separados a gran distancia.

Según su testimonio, Nadir continúa con problemas de salud que no han sido atendidos adecuadamente dentro del penal, a pesar de sus reiteradas solicitudes de asistencia médica. Las autoridades penitenciarias, como es costumbre, han hecho caso omiso a la situación, violando abiertamente las leyes del propio sistema que dicen representar.

Marta, en su mensaje, se muestra cansada pero firme: “nuestra lucha seguirá en pie hasta que sean libres”, escribió con la serenidad de quien ha aprendido a resistir entre la fe y el dolor.

Marta es un simbolo de resistencia

La madre de Jorgito y Nadir es una de esas mujeres cubanas que simbolizan la resistencia civil frente al totalitarismo. Desde el arresto de sus hijos, ha denunciado sin descanso las violaciones de derechos humanos cometidas por el régimen, convirtiéndose en una voz incómoda para el poder. Y como suele suceder con quienes no se doblegan, el castigo no se limita al encierro de los suyos: ahora la persecución se extiende a su propio hogar, a su intimidad, a los pocos bienes que le quedaban.

El robo a su vivienda no puede entenderse como un simple acto de delincuencia común. En Cuba, donde los movimientos y los viajes de los familiares de presos políticos son vigilados con lupa, cualquier “coincidencia” tiene el tufo de la represalia. Marta lo sabe y lo dijo con claridad: hay “personas malignas al acecho”. La impunidad en estos casos no solo revela la fragilidad del ciudadano frente al Estado, sino también la intención de quebrar moralmente a quienes aún alzan la voz.

Pese al golpe, Marta termina su denuncia con fe. Agradece el apoyo de quienes la acompañan y lanza una advertencia cargada de verdad: “Dios es amor, pero también fuego consumidor. La justicia de Dios tarda, pero siempre llega”.

Su mensaje es una oración y una sentencia. En un país donde la justicia humana brilla por su ausencia, ella deposita su esperanza en la divina, mientras repite, una vez más, el grito que la sostiene: libertad para Jorge, Nadir y todos los presos políticos de Cuba.

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