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Por Arturo Mesa ()
Atlanta.- No era de sorprender que a las dos de la tarde la terminal estuviese vacía, de hecho mi vuelo de Miami solo traía 50 personas, lo que sí me llamó la atención fue que todos (TODOS) los funcionarios del aeropuerto te ofrecían ayuda con el equipaje, (por unos pocos dólares) y eso no lo había visto en mis tantos viajes al exterior.
Entramos a la ciudad por Marianao en donde aún descansan plácidamente los mismos huecos que había dejado dos años atrás, esperaron por mi regreso. Los puestos de venta cerrados, supuse no había luz. Noté muchas motos en la vía y me dio la impresión que la cultura del taxi en moto de Santiago llegó a Playa, pero la decepción fue al llegar a Miramar.
Setenta es intransitable, el hotel de 9na necesita una pintura urgente y hay que recoger la basura del parque ecológico. En 5ta no había luz. Al fondo me miraba el mercado famoso. Vacío, quise entrar pero mi gente no me dejó. Tercera llena de charcos. En casa tampoco había luz.
Estuve dos noches en un hotel en Varadero y honestamente, aun no siendo 5 estrellas, tengo que admitir que funcionó muy bien. Tanto el servicio como la oferta fueron excelentes y la habitación algo vieja pero bien, también. Al final yo solo quería mar, arena y el sonido del viento distante por sobre las olas.
La primera noche me di cuenta de la situación. No hay jóvenes en el hotel; no hay. Los que atienden son, o recién graduados o de práctica, o personas ya en los cincuenta con años de servicio. Lo jóvenes se fueron, no es una estadística fría, allí lo palpas.
Un show acuático a la medida, pero con niñas prácticamente sin cuerpo que mostrar. Me moví por varias zonas del hotel para confirmar mi tesis y así fue. Ni las camareras ni las mesera ni el bar tenían jóvenes. Creí recordar varios trabajadores de mi estancia anterior por el 2016.
El regreso a la Habana fue deprimente. Dos vanes de turismo rotos en la vía y dos almendrones. No podía faltar la parada de la policía a nuestro auto y las molestias de costumbre del oficial con voz de buen Manzanillero.
Desde el hotel hasta mi casa en Luyanó el primer edificio encendido que vi fue Hijas de Galicia, incluyo casas y toda Matanzas. No vi una sola casa en Matanzas encendida. Mi restaurante favorito, a la entrada de Matanzas, cerrado para siempre, creo que Miguel ya se fue también.
La basura en plena Vía Blanca, paquetes enteros en la vía, cierto que llovía pero no estuviera ahí si hubiese una recogida someramente regular.
Yo viví en la Virgen del Camino, y me gustaba llegarme por el mercado y visitar las tiendas de la calzada. Terminaba en la librería, ese recorrido me tomaba como dos horas. Nos desviamos a sugerencia mía, por miedo a que el río de Luyanó estuviese crecido y pasé por la Virgen. ¡Cuánta desesperación y miseria! Colas de personas esperando nada. Abuelos pidiendo cosas, limosna, revisando basura. (En las zonas turísticas esto es común y hasta de moda, pero no allí). Todo apagado y la gente enajenada por completo en medio de un tráfico irrespetuoso.
Los baches de Luyanó son creativamente resistentes e indestructibles, ahí sí había luz, pero la gente parece vivir en medio de la vía. El toque sentimental fue ver mi casa, mi viejo Moskvitch, mis amigos y vecinos. Desde que me fui, tres casas de la cuadra habían sido compradas por gente de otras provincias, pensé saludar a Carlos, a Yanet, y al médico, pero ya no están. Bueno, yo sería el cuarto ausente.
De vuelta en Playa, la diferencia está en que hoy hay mypimes por todas partes, en cada cuadra prácticamente, pero los precios son exorbitantes. Una economía de apenas unos 8000 pesos al mes no puede comprar un paquete de pollo ni de pescado a esos precios y si tampoco hay una oferta del Estado, vamos muy mal.
Compré dos pollos, dos pescados, dos paquetes de frijoles, espaguetti y puré de tomate por 50 dólares. Entendí que ya no hay casi nada por la bodega. En mi estancia solo escuché decir 8 onzas de chícharos al mes y un arroz atrasado creo de diciembre. Ya no se puede mezclar La Llave con el de la bodega porque no existe. ¡Pero tenemos Habanos y un ingreso de 800 millones de dólares solo en una empresa que en estos días nos dirá en que invirtió ese dinero!
Al final de mi recorrido me invitaron a tomarme unos tragos en un bar por 3ra. también picamos algunos platos. No me dejaron ver la cuenta pero para pagar, el bulto de billetes de 200 era como de tres pulgadas. Allí sí había jóvenes y muchachas de buen cuerpo y figura casi todas, supongo sea uno de los bares de los hijos de papito. La música no podía ser peor. No pude ver mi hermosa ciudad antigua, que me perdone Eusebio, le prometo que regreso.
Al regresar, la terminal estaba también vacía, un lector me saludó en la puerta por mi nombre, eso me emocionó, no sabía que aun podía suceder. Debido a cierto miedo a ambas orillas mi viaje tuvo que ser discreto. Salió un vuelo cuando entré a la aduana y la terminal internacional se quedó prácticamente vacía y solo con mi vuelo.
Una sándwich con una tira de jamón y queso costaba como 9 dólares y la cerveza o el refresco a cinco. Nadie compra nada. Parece que es mejor mantener esos precios que vender algo. Para sorpresa mía no me preguntaron nada en Miami, tampoco en La Habana.
«¿Cuántos días estuvo, Arturo?» –dijo el oficial-. -«Cinco»- respondí. «Muy bien, bienvenido» -ripostó.
Creo que para ambos gobiernos soy un cero a la izquierda. Yo soy Parole. Parece que no pasa nada con nosotros si estamos por poco tiempo.
Sufrí mucho por el vacío del país, por lo mal que vamos, por lo que va a pasar, por la inseguridad y la lejanía, pero mantengo todas mis esperanzas como el primer día. Quisiera tanto ayudar, pero ellos no se dejan, ni quieren. No crean que uno ya «escapó» Esto me lo cuestiono todos los días. La distancia, la familia, el cubaneo, pero parece que la desintegración no tiene solución. En fin, ahí tienen mi recuento.