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Por Sergio Barbán Cardero ()
Señor Antonio Enrique Vallés Tejeda:
Es una pena que no haya notado el sarcasmo y la ironía de mi comentario. Ciertamente no pretendía darle una clase de historia ni repasar la Constitución de Cádiz. Pero ya que insiste, conviene recordarle que, aunque la ley oscilara, en la práctica Cuba funcionó como provincia ultramarina hasta 1898, con representación en las Cortes incluida.
Es verdad, los esclavos no tenían derechos de ciudadanía. Pero ese detalle no invalida el sarcasmo: en España también existían desigualdades, y en Cuba la esclavitud se abolió recién en 1886, cuando el resto del mundo civilizado ya había pasado esa página.
Lo curioso es que usted no refutó el chiste principal: que hoy, por la ley de nietos, el 80–90% de los cubanos podría reclamar ciudadanía española. Se limitó a buscar un tecnicismo histórico y a lanzar el inevitable “latigazo ideológico” sobre el barracón, el cepo y el látigo.
Mi ironía funcionó, porque dejó al descubierto lo absurdo de la situación actual: millones de cubanos pueden ser españoles de papel. Su molestia lo confirma; lo tomó como un golpe político, no como un debate académico.
Ahora bien, si usted defiende la invasión de Ucrania bajo el pretexto de que Putin “protege a los rusoparlantes” y de que Crimea “históricamente fue rusa” … ¿por qué no aplica esa misma lógica a Cuba?
Porque si vamos a jugar con la historia, resulta que Cuba fue provincia española hasta 1898, y por la ley de nietos el 80–90% de los cubanos podría reclamar ciudadanía española. ¿No sería entonces justo que España nos “reincorpore” para proteger a sus descendientes, hoy reprimidos por una tiranía comunista? Al final compartimos idioma, costumbres y cultura. ¿Lo ve? El argumento de Putin se derrumba solo.
En fin, la ignorancia típica de los comunistas: incapaces de distinguir entre un sarcasmo, una ironía y un planteamiento serio.
¡Viva la Madre Patria! ¡Olé!
NOTA: Mi comentario surge porque los rusólogos prorrusos, comunistas frustrados y mononeuronales insisten en la fantasía de que Vladimir Putin rearma la antigua URSS comunista para devolvernos al mundo bipolar de la Guerra Fría: Occidente contra el bloque comunista. Lo que no entienden es que Putin no es un nostálgico del marxismo, sino un autócrata nacionalista que utiliza la simbología soviética como disfraz. Su objetivo no es restaurar el socialismo, sino ampliar su poder personal y el control imperial ruso, mientras manipula a los ingenuos que aún sueñan con la hoz y el martillo.