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Por David Esteban Baró ()
La Habana. – Qué ironías regala la historia. Mientras el pueblo cubano lleva décadas condenado a un sempiterno bloqueo y a la libreta de racionamiento, resulta que la esposa del presidente Miguel Díaz-Canel, la inefable Lis Cuesta, ya tiene asegurado un cómodo plan de escape: la nacionalidad española.
Sí, la misma señora, mejor conocida en la plaza pública como La Machi, y que posa con ropa de diseñador en actos patrióticos, al parecer defiende tanto la cubanía y a José Martí que ha decidido blindarse con un pasaporte de la antigua metrópoli.
Y no solo ella, sino también su hermano, según la denuncia del médico cubano residente en España, Lucio Enríquez Nodarse. Vaya coincidencia. Cuando el barco se hunde, los ratones buscan salida.
Las preguntas, por supuesto, se multiplican:
– De ser cierta lo de la nacionalidad de La Machi, ¿con qué dinero piensa mudarse a Madrid “la pareja presidencial del corazón”?
– ¿Acaso con los salarios en pesos cubanos que apenas alcanzan para sobrevivir?
– ¿O será con una tajadita de esos 18 mil millones de dólares que Gaesa (el conglomerado militar que controla la economía) mantiene en la sombra como si fueran fondos familiares?
Porque si la “resistencia creativa” de Díaz-Canel fuera tan luminosa y prometedora, ¿por qué su esposa corre a asegurarse una residencia europea? ¿Dónde quedó la confianza en el porvenir socialista?
Lo cierto es que los discursos de “soberanía nacional” se caen a pedazos cuando la no primera dama guarda el salvavidas español en el bolsillo.
Mientras tanto, el hijo de Lis Cuesta ya vive en Madrid, instalado en la cómoda vida universitaria, muy lejos de las colas del pollo y la falta de transporte que padecen sus compatriotas.
Como telón de fondo, emerge una sospecha cada vez más evidente. La familia presidencial prepara la fuga elegante, pasaporte en mano, para cuando llegue la tormenta inevitable.
Y aquí surge otra cuestión nada menor: en cualquier código legal mínimamente coherente, un dirigente que se jacta de defender el terruño hasta con su sangre y cuyo entorno inmediato obtiene la nacionalidad de otro país, bien podría enfrentar un juicio por traición a la patria.
Si hasta a los balseros desesperados los acusan de desertores, ¿cómo se llamaría entonces la escapada preventiva de la no primera dama?
En definitiva, la adquisición de la nacionalidad española por Lis Cuesta no es un simple trámite burocrático. Es un mensaje político en toda regla, pues ni ella ni su marido creen en el futuro de Cuba bajo el Gobierno que encabezan.
Lo anterior, en cualquier país serio, bastaría para que el presidente renunciara por desconfianza manifiesta en su propio proyecto.
Pero claro, en la isla del eterno simulacro, la doble moral es política de Estado.