RECORDANDO A ISADORA DUNCAN

Por Edi Libedinsky ()

Isadora Duncan (1877-1927) fue una bailarina y coreógrafa estadounidense, reconocida como una de las figuras más influyentes en la historia de la danza moderna.

Duncan nació en San Francisco, California, y revolucionó el mundo de la danza al rechazar las rígidas normas del ballet clásico y abogar por un estilo más libre y expresivo.

Angela Isadora Duncan nació el 26 de mayo de 1877. Desde joven, mostró un gran interés por la danza y comenzó a desarrollar su propio estilo, inspirado en la naturaleza y la cultura clásica griega. A los diez años, comenzó a enseñar danza a niños del vecindario para contribuir a la economía familiar.

Duncan se mudó a Europa a finales de los años 1890, donde encontró un entorno más receptivo a sus ideas innovadoras sobre la danza. Se estableció inicialmente en Londres y luego en París, ciudades en las que rápidamente ganó reconocimiento por sus actuaciones que combinaban movimientos naturales, sueltos y una profunda conexión emocional con la música. Su estilo se caracterizaba por movimientos fluidos, descalzos y vestidos sueltos que permitían una mayor libertad de expresión.

Una vida llena de triunfos y momentos trágicos

Isadora Duncan fundó varias escuelas de danza, donde promovió su filosofía y técnica a generaciones de bailarinas y bailarines. Entre sus alumnas destacadas se encuentran las «Isadorables», un grupo de jóvenes bailarinas que continuaron su legado. Duncan también es conocida por sus escritos, en los que articulaba sus ideas sobre la danza y el arte.

La vida personal de Duncan estuvo marcada por tragedias, incluyendo la muerte de sus dos hijos en un accidente automovilístico en 1913. Su propia muerte también fue trágica; falleció el 14 de septiembre de 1927 en Niza, Francia, cuando su larga bufanda se enredó en la rueda de un automóvil en movimiento, causándole una muerte instantánea.

Isadora Duncan es recordada como una pionera de la danza moderna, cuyo enfoque revolucionario sigue influyendo a bailarines y coreógrafos en la actualidad. Su legado perdura no solo en la danza, sino en la manera en que concebimos la libertad y la expresión artística.