Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Rancho El Ángel o el infierno en la tierra

Comparte esta noticia

Entre los años 40 y 60, cuatro hermanas mexicanas —Delfina, María de Jesús, Carmen y María Luisa González Valenzuela— construyeron uno de los imperios criminales más oscuros de la historia del país.

Lo llamaban Rancho El Ángel, pero lo que allí ocurría no tenía nada de celestial.

Todo comenzó con una huida.

Nacidas en Jalisco, las hermanas crecieron bajo la violencia de un padre autoritario y un entorno miserable. En 1945 se mudaron a San Francisco del Rincón, Guanajuato, buscando sobrevivir en un país marcado por la desigualdad. Pero su ambición superó toda frontera moral. Abrieron un burdel, y luego otro, y otro más. La prostitución era un negocio común, pero ellas lo convirtieron en una red de trata, esclavitud y muerte.

Anunciaban empleos falsos en periódicos locales, prometiendo buena paga y techo a mujeres jóvenes.

Cuando las chicas llegaban, eran drogadas, encerradas y obligadas a prostituirse. Si enfermaban o intentaban escapar, las mataban. Si ya no eran rentables, también.

Con el tiempo, su red creció a escala nacional. Se calcula que secuestraron, explotaron y asesinaron a más de 150 personas, entre mujeres, hombres y niños. Las víctimas eran enterradas en fosas improvisadas dentro de sus propiedades o incineradas para borrar los rastros.

El escalofriante final

Durante casi dos décadas, nadie se atrevió a denunciarlas: compraban silencio, corrompían autoridades y sembraban terror. Hasta que, en 1964, una mujer que trabajaba para ellas fue arrestada y reveló los horrores del Rancho El Ángel.

Cuando la policía entró, encontró restos humanos, fetos y cadáveres mutilados.

México entero quedó paralizado.

Las hermanas fueron detenidas y condenadas a 40 años de prisión.

Delfina murió en la cárcel, devorada por las ratas según los informes de la época. Las demás murieron tras su liberación, sumidas en el olvido.

Su historia inspiró la novela Las Poquianchis, de Jorge Ibargüengoitia, y sigue siendo un recordatorio escalofriante de cómo la codicia y la impunidad pueden corromper incluso el alma.

Hoy, su caso sigue siendo símbolo de un crimen que no desapareció: la trata de personas, esa forma moderna de esclavitud que sigue alimentando la oscuridad del mundo. (Tomado de Datos Históricos)

Deja un comentario