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Por Luis Alberto Ramirez ()

El general Rafael del Pino, antiguo jefe de la Fuerza Aérea Revolucionaria de Cuba, ha pedido públicamente a los militares cubanos que se rebelen contra la élite cleptocrática ligada a la familia Castro.

Según su denuncia, esa élite opera como una corporación privada registrada en paraísos fiscales. Esta élite se ha adueñado de los recursos estratégicos del país y utiliza a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y al Ministerio del Interior (MININT) como instrumentos represivos al servicio de sus intereses.

Aunque el diagnóstico de la corrupción y el saqueo es certero, la propuesta del general peca de ingenuidad estratégica. El problema radica en que ni las FAR ni el MININT son simples “herramientas” manipuladas desde afuera por una cúpula civil o familiar.

Por el contrario, estas instituciones son el núcleo mismo de ese poder cleptocrático. Lejos de ser víctimas pasivas de manipulación, son los arquitectos y beneficiarios directos del sistema.

La cúpula militar es parte de la élite

La cúpula militar cubana, con sus generales, ministros y oficiales de alto rango, no solo obedece a la élite Castro. También forma parte inseparable de ella. El conglomerado empresarial GAESA, que concentra gran parte de la economía nacional, está bajo control absoluto de militares en activo y retirados.

Estas estructuras no funcionan como un brazo armado subordinado, sino como un organismo político/económico militar que controla, administra y explota los recursos de la nación.

En ese contexto, pedir a las FAR o al MININT que se rebelen contra la élite es equivalente a pedirles que se subviertan a sí mismos. Sería como invitar a una corporación a destruir su propio consejo directivo.

La represión al pueblo, la apropiación de los recursos y la perpetuación del modelo no son simples “órdenes” que ellos cumplen a regañadientes. Son acciones que garantizan la supervivencia de su propio poder y privilegios.

Por eso, cualquier cambio real en Cuba difícilmente podría originarse desde dentro de las estructuras militares tal como están conformadas. El poder en Cuba no es militarizado: es militar. Mientras los altos mandos sigan siendo parte de la élite económica y política, una rebelión interna sería equivalente a dispararse en el pie. Además, ellos bien saben que sus zapatos de lujo no son baratos.

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