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Por Tania Tasé ()
Berlín.- ‘Un sueño es solo eso hasta que lo conviertes en plan’. Escuché a mi abuelo decirle esas palabras a mi padre. Luego, en los momentos más duros de mi vida, me la ha repetido él a mí. No muy a menudo para que no pierda su significado, lo suficiente para que yo no la olvide.
He sido siempre una soñadora. Las personas que soñamos queremos cambiar la realidad. Para mejor, claro.
Sucede que yo prefiero pecar de exagerada a quedarme corta. Entonces yo sueño a lo grande, sin humildad, con arrogancia, obsesivamente, sin pausa, sin distracciones, sin hacer caso del cansancio y las derrotas parciales.
Mis sueños son de todo o nada. Y eso algunas personas, incluyendo las que creen que me conocen, no pueden entenderlo.
Es por eso que a mí no me basta una #Cuba libre de castrismo. Yo quiero una Cuba donde construyamos, donde confiemos unos en los otros, donde no estemos esperando la traición desde cada esquina.
Una Cuba donde quepamos todos los cubanos, en la que impere el respeto al derecho del otro a pensar y a expresarse, donde no estemos todo el tiempo desenmascarando a otro cubano, donde creamos y confiemos en la honradez y la honestidad de nuestros conciudadanos.
Donde no busquemos siempre el error y la maldad en el otro antes que en nosotros mismos. Una Cuba donde respetemos todos los derechos de las otras personas antes de reclamar los propios. Donde impere la justicia.
Donde la ley no sea letra muerta y pisoteada por los poderosos y fuertes. Donde haya compasión y soluciones para los más débiles.
Una Cuba donde no haya ejército. Una nación de la que ningun ciudadano quiera huir. Una Cuba abierta a la inteligencia y la alegría.
Los sueños sólo dejan de serlo cuando se convierten en planes. Y los planes sólo se logran por medio de trabajo duro. Y ese trabajo empieza por nosotros mismos.
Yo trabajo, muchos trabajamos. Salimos de nuestras zonas de confort y no lo lamentamos. Asumimos los riesgos y formamos equipo donde reaprendemos a confiar en los demás, a admitir lo que hacemos mal y a cambiarnos, a transformarnos cada día. Para bien.
Mi optimismo no es tonto. Yo (nosotros) no ando esperando sentada a que el Universo resuelva, a que Dios se encargue, ni permito que el tiempo sea juez y resolutor.
Mi optimismo es sólido, porque nace del conocimiento de nuestra fuerza, nuestras habilidades, nuestros conocimientos de los procesos sociales e históricos y también de nuestro coraje. Es un optimismo consciente, basado en la certeza del triunfo de nuestros sueños.
Yo y los que sueñan y trabajan como yo, venimos del futuro y ya vimos esa Cuba. Ya la estamos construyendo.
Cuba cambia si nosotros cambiamos.