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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- Todo en Cuba es simbólico, incluso lo que no quiere serlo. La viceministra de Salud, la doctora Carilda Peña García, lo ha vuelto a demostrar. Ante la imposibilidad de fumigar masivamente por falta de combustible, su recomendación oficial para combatir al mosquito Aedes aegypti -vector del dengue, el chikungunya y el oropouche- fue quemar cáscaras de naranja.

Es una imagen poderosa: el gobierno, que se presenta como faro científico, reducido a sugerir remedios de alquimia doméstica, mientras el país arde en fiebre. Es la metáfora perfecta de un sistema que se consume a sí mismo, que ha convertido la gestión de la crisis en un ritual de humo y olvido. Dicen que tres personas han muerto por dengue en 2025, según reconoció finalmente el MINSAP , pero la gente en la isla sabe que la verdadera epidemia es el derrumbe.

Usted, doctora Peña, dice que los mosquitos vienen de los focos en las casas y que esto es normal para la época. Pero la normalidad cubana hace tiempo que se parece a un apagón de veinte horas. Lo que hoy ocurre no es normal. Es el resultado de un colapso anunciado: basureros desbordados que han convertido las calles en criaderos monumentales , camiones de recolección que no pasan porque más del 40% están averiados , y fumigaciones que son un recuerdo lejano en provincias como Villa Clara, Matanzas y Santiago de Cuba.

Los hospitales, reconoce la prensa oficial, están colapsados . La gente no solo se enferma por los mosquitos; se enferma porque el Estado ha incumplido su parte más elemental: recoger la basura, fumigar, proveer lo básico. Usted traslada su responsabilidad a los ciudadanos, como si un patio limpio pudiera detener una crisis de civilización.

Con hambre y sin medicamentos

Y en medio de este infierno epidemiológico, hay otra epidemia silenciosa que usted no menciona: el hambre. Usted sabe, porque es médica, que para que el cuerpo resista un virus necesita alimentarse. Pero ¿cómo se alimenta un pueblo que, según organizaciones independientes, ha eliminado una de las tres comidas diarias? Donde el 29% come dos veces al día y un 4% lo hace una sola vez. Donde una docena de huevos cuesta casi el 80% de una pensión mínima.

Para acceder a la canasta básica se necesitan diez salarios mínimos. El cubano sobrevive con una dieta «altamente repetitiva, escasa en fibra, pobre en micronutrientes». Es difícil combatir el dengue con un estómago vacío. La desnutrición es el cómplice perfecto del virus.

Usted habla desde un púlpito de indiferencia. Mientras, en los barrios, la gente se organiza como puede. Familias enteras postradas, con fiebres de 40 grados, dolores que inmovilizan, manchas en la piel. El escenario es tétrico: un enfermo necesita a un sano para que lo asista, pero los sanos están rodeados de enfermos y el contagio se multiplica en un círculo vicioso.

Quemar cáscaras de cítricos, dice la viceministra, que olvida que en Cuba no hay cítricos

No hay reactivos en los laboratorios para diagnosticar con certeza, y en las farmacias falta el 70% de los medicamentos, por no decir más. El sistema sanitario, antaño el orgullo del régimen, se ha convertido en un mercado de favores y sobornos, donde una cirugía o una cama de hospital tienen un precio en dólares . La salud, que era un derecho, es ahora un lujo.

El gobierno se lava las manos

Frente a este desastre, su autoridad, doctora Peña, se limita a un acto de higiene política. Se lava las manos. Es más fácil recomendar quemar cáscaras de cítricos que admitir que no hay combustible, que no hay recursos, que no hay plan. Es más fácil culpar a las familias por no limpiar sus patios que reconocer el fracaso de un modelo.

Mientras, el gobierno invierte millones en hoteles de lujo con una ocupación que ronda el 25% , como si el turismo pudiera salvar a un pueblo con fiebre y sin comida. Ustedes han convertido la gestión de la crisis en un espectáculo de negación y una carrera por maquillar las cifras, una práctica que, según estudios, ya aplican con indicadores como la mortalidad infantil .

Si no hacemos algo, vamos a tener que llorar una pila de muertes. Lo advierto. Lo advierte cualquiera que pise la isla y vea la realidad sin el filtro de la propaganda. A esta gente le da igual. Van a maquillar los números como hicieron con el COVID, como han hecho siempre . Pero el dolor no se puede esconder en un expediente, ni la fiebre se puede bajar con un discurso.

Al final, la única cosa que se quema en Cuba no son las cáscaras de naranja, sino la credibilidad de un gobierno que le pide al pueblo que resuelva, con humo y olvido, lo que el poder es incapaz de solucionar.

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