Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Quemado de Güines o la logística del adiós

Comparte esta noticia

Por Patxi Morales ()

Santa Clara.- Ayer una persona de Quemado de Güines murió en Santa Clara. Uno se pregunta, ¿qué hacía allí, a ochenta kilómetros de su casa? ¿Iba a una consulta médica que no tenía en su municipio? ¿Visitaba a un familiar? ¿O simplemente se le acabó la vida lejos de donde quería que se le acabara? No lo sé. Solo sé que la muerte siempre llega con sus preguntas, pero en Cuba le sigue un interrogatorio burocrático que es casi más cruel.

Y entonces, ¿qué pasa con el muerto? Pues que el carro fúnebre de Quemado de Güines, el que debería llevar a su gente a su último viaje de vuelta a casa, estaba roto. ¿Cómo se rompe un carro fúnebre? ¿Es que la muerte también tiene sus días de baja técnica, sus problemas de motor, sus piezas que no llegan por el bloqueo? O quizás es que hasta para morir hay que esperar turno en una lista interminable, como para el pollo o para el wifi.

Así que al chofer de Santa Clara le dieron la encomienda. Traerlo. Como un paquete, como una mercancía de contrabando, como un recado postrero. Llegó a la funeraria de Quemado de Güines, lo dejó y se fue. Uno imagina la escena: el silencio, la familia desconsolada, y el muerto llegando en un taxi de la muerte que no era el suyo. ¿Firmó alguien un recibo? ¿Le dieron las gracias? ¿Quedó constancia de que al menos el cadáver llegó a su destino?

Lo duro de la historia

Pero la cosa no acababa ahí. Resulta que el carro fúnebre local, el de verdad, el que debería llevar el ataúd al cementerio, seguía roto. ¿Y entonces? Había que llamar a Cifuentes. A Cifuentes, que está a cincuenta kilómetros. Otro pueblo, otra funeraria, otro chofer. Uno se pregunta, ¿existe un directorio nacional de carros fúnebres operativos? ¿Una suerte de «Cubataxi» para difuntos? ¿Cómo fue la conversación? «Oye, compañero, que el nuestro no arranca, ¿puedes mandar el tuyo?».

Y luego hablan de bloqueo. Pero, ¿de qué bloqueo me hablan? ¿Del bloqueo de las mentes, del de la lógica, del que impide que un municipio tenga un carro fúnebre que funcione para enterrar a sus muertos con un mínimo de dignidad? Entre Quemado de Güines, Santa Clara y Cifuentes se trazan casi doscientos kilómetros de idas y venidas para un solo funeral. ¿No sería más fácil, más barato, más humano, arreglar el maldito carro? ¿O es que acaso en la economía planificada hasta la muerte tiene que ser descentralizada?

Al final, uno piensa en esa persona que murió. Su último viaje por la provincia fue el más complicado de todos. Un absurdo, una odisea kafkiana sobre ruedas. Y la pregunta que queda flotando en el aire caliente de la carretera es la más triste: ¿cuántas historias como esta hacen falta para que alguien se dé cuenta de que el verdadero bloqueo no está en el mar, sino aquí dentro, en la incapacidad de resolver lo más básico, hasta para dar el último adiós?

Deja un comentario