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Que la huelga estudiantil en Cuba se convierta en el grito de todo un pueblo

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Por Albert Fonse ()

Durante décadas, las universidades cubanas parecían estar de un solo lado: el de la dictadura. Eran escenarios de aplausos obligados, de marchas coreografiadas, de actos de reafirmación política vacíos. Hoy, ver a estudiantes declararse en huelga académica no es solo una excepción; es un quiebre. Un paso inmenso. Ya no es solo el cubano de barrio, el trabajador sin “estudios”, que protesta. Ahora también los universitarios, supuestamente “el futuro”, comienzan a fracturar el presente del régimen. Eso lo cambia todo.

Parece que, por fin, se cansaron de ser el muro ideológico de la dictadura. Se cansaron de tanta propaganda hueca, de tanta barbarie disfrazada de educación. Aunque su reclamo nació por un poco más de internet y no por la miseria, las drogas en las calles, la corrupción, los presos políticos o el fin de la dictadura, el gesto importa. Porque decidieron decir basta. Sin disfrazar el reclamo. Sin miedo.

En una dictadura, ese gesto no es solo rebeldía: es resistencia. Lo que comenzó como un rechazo legítimo a las tarifas abusivas de ETECSA puede convertirse en mucho más. Si el pueblo lo entiende, si lo abraza, si lo acompaña, estamos ante el inicio de algo grande.

Los dolores de Cuba

Es verdad que en el pasado los movimientos estudiantiles en Cuba fueron de izquierda. Lideraron huelgas, manifestaciones y acciones decisivas contra las dictaduras de su tiempo, como la de Machado y la de Batista. Pero después de más de seis décadas bajo un régimen comunista, repetir ese ciclo ideológico sería un error. Lo que debe mantenerse no es la doctrina, sino el coraje y el deseo de cambio.

Hoy, ese cambio solo puede significar una cosa: el fin de la dictadura, el fin del comunismo. Su apoyo es necesario. A lo largo de la historia, los movimientos estudiantiles han sido motores de transformación. En Corea del Sur, derribaron una dictadura militar. En Chile, impulsaron una nueva conciencia nacional. En Hong Kong, resistieron frente al autoritarismo chino. Siempre que la juventud despierta, algo cambia. En Cuba, también puede ser así.

El reclamo a ETECSA es solo la punta del iceberg. No duele solo el precio de los datos móviles. Duele que haya electricidad en los hoteles y casas de los dirigentes, pero no para los hospitales y el pueblo. Duele ver que los turistas puedan navegar libremente por las aguas cubanas mientras los cubanos no pueden ni tener un bote.

También duele la escasez, la censura, la corrupción, la represión y la miseria. Duele que, mientras construyen resorts vacíos, los mercados estén vacíos también. Duele que el cubano trabaje sin poder vivir. Que los presos políticos llenen cárceles que deberían estar vacías.

Este no es un grito sectorial

Es el síntoma de un país que ya no aguanta más. Lo que los estudiantes han comenzado tiene que ser continuado por todos: obreros, campesinos, religiosos, cuentapropistas, artistas, jubilados, activistas , familiares de presos políticos y opositores. Todos tienen razones de sobra. Todos tienen algo que decir. Solo hace falta que muchos escuchen. Porque si algo ha sostenido a la dictadura, es el aislamiento de las luchas y el miedo al contagio del coraje.

Esta huelga puede ser el principio de un despertar. Pero solo si no se queda sola. El régimen intentará apagar la chispa. Le teme. Sabe lo que significa. Por eso es clave que se alimente. Que crezca. Que se vuelva llama. La dictadura no se vence con un estallido aislado, sino con una presión sostenida, organizada y colectiva. No hacen falta mártires. Hace falta constancia.

Al pueblo: no esperen más señales. No carguen la esperanza sobre los hombros ajenos. Este es el momento. No se trata de hacer caos, sino de recuperar la dignidad.

Cuba no necesita otro 11 de julio fugaz. Necesita una ola constante, firme, nacional. Una respuesta que no puedan ignorar. Una causa que nos una a todos.

Todo puede comenzar con ustedes. Con nosotros. Con todos.

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