Enter your email address below and subscribe to our newsletter

Protocolo para una crisis extrema y el cubano como caso de estudio

Comparte esta noticia

Por Eduardo González Rodríguez ()

Santa Clara.- Imagino que el algún momento se haya reunido un equipo multidisciplinario de psicólogos, psiquiatras, neurobiólogos, sociólogos y otros profesionales de las ciencias médicas, para evaluar el impacto físico y psicológico que tiene esta crisis extrema sobre el individuo cubano.

Y hablo de un estudio serio, sin pasión, concreto, imparcial, desideologizado. Hablo de un estudio general que contemple al hombre en su más elevada expresión humana: el hombre que trabaja porque tiene un sueño, no porque tiene hambre, el hombre que tiene metas propias, no metas sociales que comprometen su vida y la de su familia, el hombre que ama a corazón abierto, no con ese amor cobarde y oportunista que crece en las almas atormentadas por una sociedad que pone límites, que ordena y manda, pero es sorda al más mínimo reclamo.

Habría que analizar en profundidad al ciudadano de a pie. Y habría que analizar, también en profundidad, al ciudadano ministro, al ciudadano decisor, ese que es capaz de reconocer la crisis ante un micrófono, pero que teme reconocer que estamos, como sociedad, más allá del punto de no retorno.

Interrogantes

¿Qué causas, casi metafísicas, mantienen en silencio a una persona sin electricidad, sin agua, sin alimento, sin transporte, casi sin insumos de salud y sin dinero?

¿Qué causas, casi metafísicas también, mantienen a un decisor con electricidad, con agua, con alimento, con transporte, con insumos médicos y con dinero, constantemente molesto con los ciudadanos porque protestan, porque explotan, porque la sociedad de hoy no es la sociedad que prometieron?

¿Y qué tipo de patología es esa que le come el cerebro a los ciudadanos que hoy gritan consignas, que luchan en las redes contra cualquier opinión que parezca contraria a esta especie de sociedad que no acaba de ser capitalista, pero socialista tampoco, y luego, tranquilamente aparecen viviendo en Canadá, en los Estados Unidos o en Haití?

Tiene que ser una enfermedad muy jodida porque debe ser triste, y vergonzoso, decir «me obligaron» «tenía que hacerlo», «yo no quería».

¿Por qué la sociedad de hoy está creando engendros como estos?

Ojalá haya una respuesta científica para todo esto de cara al futuro. Por lo menos así, como muestra para un experimento, estaremos siendo útiles a las generaciones del mañana. De lo contrario, habremos perdido en vano nuestras vidas.

Deja un comentario