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Por Yeison Derulo
La Habana.- Una vez más, el gobierno cubano intenta maquillar la miseria con tinta y papel. Esta vez fue Yanet Hernández Pérez, la Gobernadora de La Habana, quien firmó una resolución que supuestamente “regula los precios máximos” de los productos agropecuarios. Dicen que es para garantizar equidad y proteger al consumidor. Mentira. Nadie en su sano juicio puede creer que en un país donde la oferta es casi nula, imponer topes mágicos en los precios resuelve algo. Lo único que consiguen es disfrazar la escasez y crear más mercado negro.
El texto de la resolución parece un trabalenguas burocrático. Que si precios máximos de compra al productor, que si minoristas, que si ferias, que si carretilleros. Mucha palabrería para esconder lo evidente: el Estado no produce, no abastece, no distribuye. Lo único que sabe hacer es prohibir, fijar límites y aplastar al que intenta sobrevivir vendiendo lo poco que cosecha. Mientras, los burócratas se llenan la boca con frases huecas sobre “transparencia” y “protección al pueblo”.
La realidad en los mercados de La Habana es otra. Un aguacate puede costar lo mismo que un salario diario, un mazo de plátanos desaparece como si fueran lingotes de oro y la libra de malanga ya es un lujo de cumpleaños. Ninguna resolución borra la ecuación más sencilla de todas: si no hay producción, no hay comida. Y lo poco que aparece seguirá subiendo de precio, con o sin resoluciones.
El gobierno culpa al “bloqueo” para justificar cada medida absurda. Pero no dice que son ellos los que controlan las tierras, deciden quién produce, acaparan las ganancias y asfixian al campesino con impuestos y regulaciones. ¿Cómo se supone que el agricultor venda barato si ni siquiera tiene fertilizantes, combustible o herramientas? Los precios no se bajan con decretos, se bajan sembrando y dejando trabajar al que sabe.
Al final, esta resolución es otro espejismo. Una mentira institucionalizada para que el pueblo crea que algo se está haciendo. Pero cuando mañana vayas al agro y la libra de boniato siga impagable, sabrás que todo es cuento. No es regulación, es cinismo. Y como siempre, el único que pierde es el cubano de a pie, ese que hace colas infinitas para comprar lo que sea, mientras sus dirigentes siguen jugando a gobernar desde un papel en blanco.