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PLACETAS ANDA REVUELTO POR EL ASESINATO DE DANY

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Por Patxi Morales ()

Santa Clara.- Muchos placeteños no durmieron anoche y no solo por los apagones o esa sensación de inseguridad que da tener el estómago vacío. El pueblo está revuelto por el asesinato de uno de sus hijos, de un joven ultimado a tiros por otro, por causas que aun nadie sabe a ciencia cierta.

Placetas es un pueblo tranquilo.  La Villa de los Laureles, por la cantidad de árboles de ese tipo que adornaban la calle principal del pueblo, cuando la carretera central lo partía al medio, es hoy un lugar mustio y apagado, que solo da vida a los fundidores, esos que se han encargado de hacer puertas y ventanas de aluminio para toda Cuba.

En Placetas ya no hay caña y sus centrales se perdieron. Los mejores hijos se fueron. Unos al cementerio abatidos por el tiempo, y otros al norte, en busca de una nueva vida. Otra parte, no despreciable, se marchó a Canarias o a la España peninsular. Por eso anda siempre tranquilo Placetas, desde Crucero Copey hasta el otro extremo, de un lado a otro, de sur a norte y de este a oeste.

Pero en las últimas horas se revolvió. La noticia de un asesinato a tiros recorrió cada casa, cada hombre, cada sitio. No es normal que esto ocurra, aunque los crímenes en Cuba están a la orden, y las muertes violentas se suceden y se han convertido en el pan nuestro de cada día.

Yolanda, una placeteña noble, que fue mi maestra cuando yo estudiaba en el IPUEC Juan Rius, allá por Manicaragua, en las inquietas laderas del Escambray, me llamó para decirme, y en su voz alterada supe que era grande lo que había pasado y que la muerte, de nuevo, había dejado huellas y sembrado el miedo.

-Pat, mija -como me dice siempre- no tienes ideas de lo que ha ocurrido. Un hombre mató a tiros a Dany, el padre de los niños de… -y no escuché nada más, porque su voz se quebró por un rato largo, en medio de unos sollozos largos e intensos.

-¿Pero cómo fue eso, quién lo mató y por qué?

-Ahora mismo no sé nada más. Lo mataron. Dejaron a los dos niños sin padre, a la esposa viuda, le arrebataron la vida. La gente está como loca. El hambre, en lugar de tranquilizarnos o de sacarnos a pelear contra los culpables, nos echa a fajar entre nosotros.

-Yola, por favor, tranquilízate. En un rato iré para allá a pasar unas horas contigo, a tomarnos un café, a hablar un poco, y también para llamar a Rigo y Yolandita que hace tiempo no hablo con ellos.

-Yoly me acaba de llamar, porque ya se enteró en Estados Unidos que el asesino fue Ramón, quien vivía allá, al lado de su casa… ella también está golpeada. Pero creo que no debes venir… el transporte está muy malo.

-¡Iré! Claro que iré, o es que ya no quieres hacerme un café.

-No es el café. Ayer me bajaron de las lomas unas libras y ayer mismo las tosté, como te gusta, bien duro, para que quede amargo, aunque desde hace mucho siempre queda amargo, porque no hay azúcar.

-Bueno, ya qué estás más tranquila, dime dónde ocurrió todo.

-Acá, en Pujol, en el reparto. Y la gente no sabe aún de dónde sacó Ramón la pistola con la que le disparó. Dicen que después el estaba muy tranquilo, como si hubiera sido un ajuste de cuentas o algo así. Todo es tremendo, mija.

-Pero tienes que estar tranquila. Si no te has tomado la pastilla de la presión, hazlo ahora.

-Me la tomé, porque pienso en Aleida, la madre de Dany. Ella es amiga mía. Nos llevamos desde hace muchos años, hasta estudiamos juntas en algún momento, pero ya no recuerdo en qué escuela.

-Nos vemos después. Llevo el niño a la escuela y de ahí cojo algo para Placetas. Cuídate mucho, mi vieja linda. Solo eso.

Cuando Yolanda colgó el teléfono fui al grupo en Facebook ‘Todos somos Placetas’, del cual soy miembro por mi origen placeteño, y me di cuenta de que aquel lugar tranquilo, lindo, de que mi pueblo hermoso anda patas arriba, y no solo por el asesinato de Dany, ni por la cobarde acción de Ramón, sino por todo.

La desidia, poco a poco, le ha comido la cabeza a la gente. El hambre ha convertido en marginales a personas buenas. El odio reprimido se ha trastocado en violencia, y el pueblo ha comenzado a morir… lenta, pero indeteniblemente, ante los ojos traicioneros de un gobierno más asesino y más cobarde que Ramón, el que apretó el gatillo y le robó la vida a Dany.

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