
Newsletter Subscribe
Enter your email address below and subscribe to our newsletter
Por Anette Espinosa ()
La Habana.- Siempre hubo en Cuba apóstatas, cubanos mal nacidos que se plegaron a los fuertes para engañar al más infeliz, para vivir de él. Los hubo y los hay, sino cómo podríamos llamar a esos que se hacen eco de las mentiras del gobierno para alargar el suplicio de un pueblo que sufre, entre el cual, posiblemente, estén ellos mismos.
Son los que levantan las banderas del castrismo, y los que repiten los topics que transmiten, con toda la mala intención del mundo, desde la cúpula dirigente. Son esos que titulan «No me da la gana», para negarse a alzar la voz contra el amo cruel, el que ha privado de todo a los ancianos, a los padres, los jóvenes y los niños. Al fuerte y al desvalido, a partes iguales.
Son esos apóstatas de los medios y las redes, personajes vergonzosos, sucios, ‘humildes’ periodistas que tienen hasta tres trabajos para intentar darle de comer a unos hijos que no tienen ni ropa que ponerse. Cerebros vacíos que se han ido llenando con la propaganda que emana de la cúpula gubernamental, y que se creen hasta dichosos por ver su nombre en una página escrita, o porque alguien -tal vez otro lacayo- le diga un día que lo leyó y que lleva razón.
Ese es el grupo de las Arleen Rodríguez, Leticia Martínez, Ricardo Ronquillo, Joel García y un sinfín más de lamebotas del régimen. Personajes capaces de felar al presidente de turno a cambio de algo, de un poco, o de nada. El régimen les dio una casa, un medio que la mayoría de los cubanos de su generación no tienen, y se creen en deuda eterna con sus benefactores, al extremo de que olvidan sus raíces, a la gente común, a la que sufre y padece.
Son auras que se aprovechan de todo, que no tienen escrúpulos, que se conforman con una limosna, que prefieren vivir arrastrados, por la comodidad que da saber que tienen el respaldo del poder, que prefieren ocultar las verdades, que se vuelven indolentes con los problemas de la gente y que, incluso, intentan ser sus abanderados.
En estos días de apagones y huracán, los he visto, como tantas veces, enfocar los cañones hacia otro lado. Uno dijo que no le daba la gana criticar al gobierno, porque los de la continuidad no tienen la culpa de nada. La culpa, según él, es de los Trump o los que mandan en Estados Unidos, los del bloqueo, que son los mismos que les venden pollo, huevos, autos para el turismo.
Para esos feladores los que gobiernan no tienen responsabilidad alguna con la escasez de medicamentos, con el hambre, con la casi nula inversión en la agricultura, con los millones destinados a los hoteles y no a los campos, con los hospitales cayéndose. Los que gobiernan son casi unos santos, cuyos hijos, padres, tíos y nietos se dan la buena vida, mientras el cubano común se muere de hambre.
Son los mismos que veneran al fallecido tirano en jefe, cuyas palabras las llevan tatuadas en la piel y en la vida, y no se creen las historias de los hijos, la vida de toda la familia, los cayos, los yates, las orgías, las drogas, los bares, los restaurantes, los negocios de familia, el monopolio de cuestiones de peso. No se creen que hicieron todo lo que el que está empedrado en Santa Ifigenia les decía al pueblo que no se podía hacer.
A esos feladores también les llegará su momento. Cuando sus ídolos abandonen y se vayan «podridos» en dinero a vivir a otra parte, o cuando caigan de manera definitiva, también les tocará su parte. No digo que la plebe enardecida irá a por ellos a cobrarles deudas, pero el golpe moral será tan fuerte que no podrán levantar más la cabeza. Aunque presiento que alguno dirá que estuvo engañado, porque así de bajos y arrastrados son estos personajes.