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PARA MANTENER EL SEN HAY QUE TENER VALOR

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Por Ulises Toirac

La Habana.- Hay veces que uno dirige equivocadamente las maldiciones en sentido incorrecto. Y algunas de esas, algunas veces, muy equivocados.

Yo hace años no trabajo la ingeniería. Hic mi «servicio social» en la «Hilandería de Balance» y luego en la oficina de proyectos del Poder Popular de la Lisa, como todo cualquier graduado de mi año. No todos, porque tú sabes que somos iguales, pero los hay más iguales que otros. La cosa es -me pierdo en medio segundo y me pongo a hablar cáscara de jicotea viuda- que hace muchos años dejé de rendirle cuentas a mi título en Ingeniería Electroenergética y tributo a mis conocimientos. Sin embargo, tengo hermanos -más que condiscípulos o simples amigos-, que siguen metiéndole todo el talento a eso. Y en Cuba hay unos cuantos.

Digo todo esto porque no tengo información de primera mano -ni de segunda- acerca del estado de las redes eléctricas en nuestro país, pero si la salida de una subestación de 110 kV en el Diezmero deja sin electricidad una casa en Baracoa -y todas las que están entre un punto y el otro, y más allá- mis nebulosos conocimientos me dejan ver que las protecciones y circuitos están muy desmejoradas.

No voy a meterme en el berenjenal de los por qué y los por cuántos. Quiero centrarme en esto: los que laboran un sistema eléctrico de magnitudes de ese tipo, en ese estado, no solo son magos, sino que trabajan bajo una presión incalculable y con un sacrificio de horas y descansos imposibles de contabilizar. Diario. Teniendo, además, que operar plantas que se van del parque en una cuarta de tierra y debiendo quitar y poner energía en los circuitos por falta de capacidad generadora (por combustible y por estado técnico).

Cuando ocurre una caída total de las redes que componen el SEN, es triplemente exigente. Saben lo que representa un fenómeno de esos para las casas, hospitales, instalaciones sensibles (no hablo de hoteles, sino de objetivos que pierden toda la producción ante la falta de electricidad). Saben que deben trabajar contrarreloj y sin disponer de lo necesario, ni siquiera lo indispensable.

Me quito el sombrero ante mis colegas de estudios y sus iguales, ante los técnicos, los operarios y cuanto ser humano está involucrado en tratar de mantener vivo el SEN. No es que no tengan la culpa. Por el contrario, tienen EL VALOR.

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