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PARA LOS QUE NO ENTIENDEN A MANUEL MARRERO

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Por Jorge Sotero ()

La Habana.- Manuel Marrero desayunó un revoltillo de tres huevos con bacon, un emparedado de jamón y queso con jugo de naranja Don Simón, importado directamente desde España para satisfacer sus gustos. Y luego se tomó un café Serrano fuerte, porque los tragos de anoche lo dejaron con dolor de cabeza. Todo eso lo hizo cubierto por un traje de dormir, para evitar que la temperatura fría del comedor de su casa lo fuera a enfermar.

No durmió mucho, pero descansar en una cama mullida, con aire condicionado, siempre hace que los sueños sean reparadores. Y esa sensación tenía en la mañana, incluso antes de tomar una pastilla para el dolor de cabeza y las habituales para la presión arterial, un padecimiento que data desde hace muchos años.

Luego fue hasta el cuarto, se perfumó, se despidió de la esposa de turno, tomó unos documentos y salió. Fuera lo estaban esperando los vehículos oficiales y los escoltas. Hizo un gesto con la mano y orientó partir. Mientras se acomodaba en el asiento buscó un contacto en su celular e hizo un par de llamadas.

La comitiva acompañante creció de pronto. A los vehículos oficiales, incluida la escolta, se sumaron ministros, y un equipo de prensa, esos que no pueden faltar para que el pueblo vea luego que el gobierno no descansa, en una lucha febril por resolver sus problemas.

Un patrullero, de esos que llaman caballitos, iba abriendo la vía, seguido de un auto chino con las sirenas puestas, y otro cerraba detrás. El destino: San José de las Lajas y otros municipios de Mayabeque, con la intención de chequear la marcha del montaje de los parques fotovoltaicos.

Manuel Marrero, sus ministros, el presidente Miguel Díaz-Canel y la familia Castro creen que el único problema de Cuba es la electricidad, y piensan que cuando consigan generar unos mil y tantos megawatts con energía fotovoltaica, el pueblo va a estar tranquilo, se conformará con ver novelas y series en la noche y dejarán de aparecer rumores sobre un supuesto levantamiento.

Para ellos, que tienen todos los problemas resueltos desde tiempos inmemoriales, los apagones son lo único que preocupa, pero se olvidan de que el pueblo no tiene comida, que tres huevos, como los que él desayunó esta mañana, es tal vez la cena más lujosa de una familia cubana un día cualquiera, fin de semana incluido.

No sabe que unas lascas de bacon pueden ser consideradas un manjar para el 99 por ciento de la población cubana. Desconoce, al parecer, que la Unicef acaba de decir que la inmensa mayoría de los niños cubanos pasa hambre, con las consecuencias que eso puede tener para el futuro de ellos y del país.

Puede que haya corriente -un poco más- en unos meses o en unos años, pero no habrá alimentos, ni transporte, tampoco medicinas, ni maestros, ni pupitres, ni material quirúrgico o especialistas. Tampoco habrá materiales de la construcción y el salario seguirá sin alcanzar para vivir tres días, en medio de una acelerada dolarización de las ventas, que no de la economía.

En el mismo San José de las Lajas, donde ya está Marrero, el hospital se cae a pedazos, no hay con qué recoger la basura, el transporte de pasajeros no existe, las escuelas tienen déficits de maestros, no hay quien limpie en el hospital, las ambulancias desaparecieron, y la policía solo acude a algún lugar cuando le alertan que alguien puede hacer algo contra los que gobiernan.

El abundante desayuno del primer ministro, lo mismo que sus comidas copiosas, lo mantienen siempre tranquilo y sus viajes los hace casi siempre dormitando. El chofer paga generalmente las culpas, porque entre sus eruptos y pedos estar en su mismo auto es casi una tortura.

Eso sí, que su estómago esté satisfecho es lo más importante. Luego, si el resto del país come o no, poco le importa. Marrero sabe que la vida es una sola y trata de vivirla lo mejor que puede. Por eso no escatima en comidas, buenas bebidas y mujeres hermosas. Hay que entenderlo.

 

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