Por Adalixis Almaguer ()
Miami.- Los cubanos tenemos la paciencia corta y de eso la dictadura es culpable. Por décadas nos han metido en la cabeza que las cosas se hacen como el refresco instantáneo: le pones un poquito de agua, revuelves y ya. Pero ahí están en la historia los catastróficos fiascos para mostrarnos que hay cosas que llevan mejor planificación y más tiempo.
1963: Brigada invasora de maquinarias Ché Guevara.

Al tipo se le ocurrió la titánica tarea de sembrar de caña el 70 por ciento de la superficie cultivable de la isla en un plazo de dos años. Le compró a Francia 700 camiones de volteo Berliet y a Italia 800 equipos Fiat de movimientos de tierra por 500 millones (45 por ciento a crédito y 55 por ciento a pagar en azúcar, tabaco y mariscos). Arrasaron frutales con los que se perdieron 15 mil toneladas de frutas. Desintegrada la brigada ante el fracaso fueron repartidos los equipos a los frentes para la construcción de la autopista nacional del sur que también fracasó.
1967: Cordón de la Habana.

Al tipo se le ocurrió sembrar el 95 por ciento de la superficie territorial. Se movilizaban diariamente 25 mil trabajadores. No se sabe el costo de combustible que se requería para movilizarlos, ni los montos en pérdidas por otras producciones y servicios abandonados. En salario se estima que haya sido de unos 105 millones. Se hicieron terrazas, presas, represas pero nunca se produjo nada.
1968: Ofensiva revolucionaria.

El 13 de marzo en honor al aniversario del asalto al Palacio Presidencial el tipo inició la campaña política con el pretexto de la industrialización necesaria que no fue más que un experimento radical en el que se nacionalizaron 17 mil minoristas de alimentos, 25 mil comercios de productos industriales, 11 mil 300 bares y restaurantes, 9 mil 600 pequeños talleres, 14 mil barberías, lavanderías y pequeñas tiendas minoristas. Todavía los estamos extrañando. El vacío que dejaron los servicios perdidos aún no lo han podido llenar.
1970: Zafra de los 10 millones.

En ese entonces Cuba producía usualmente seis millones de toneladas de caña. Sí, parece imposible porque ahora importamos azúcar para el consumo nacional. Y al tipo se le ocurrió que ese año debía ascender a 10 millones sin pensar, sin medir las consecuencias. Claro que no se logró y dejó una recesión en la economía superior al 20 por ciento, que la crisis sí subió aunque el azúcar solo llegara a los ocho millones.
Javier Varona redactó un análisis de lo sucedido, fue citado a una «entrevista» y no sé qué le dijeron pero terminó suicidándose que antes la orden de combate era un poco más silente pero también estaba dada.
En la era post, el tipo loco aquel tienen otros nombres pero siguen siendo mal pensadas, incorrectamente planificadas y traen más perjuicio que beneficios. Llámese ordenamiento, reordenamiento, desdolarización o como se llamen ahora las locuras de la dictadura.
Conclusión: la paciencia no me viene por idiosincrasia. Es una actitud reaprendida que cuesta. Pero aquí vamos sembrando jacintos con la esperanza de que en algunos años se llene el jardín y vengan las abejas y las mariposas.
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